Esta es la historia de los cinco milagros del joven Guillermo, que recién graduado y corriendo con todos los gastos se fue a África con una maleta de prótesis para tullidos. Las había fabricado con una impresora 3D que pidió por Reyes.
Robert, un campesino keniano, se puso en manos de Guillermo con el brazo mutilado casi por completo. La operación, después de sufrir un grave accidente de tráfico, apenas le había dejado un trozo de húmero de unos 10 centímetros. «No había nada de lo que agarrar la prótesis, así que se cerraba solo cuando subía el hombro hasta arriba». Era inútil. «Estaba muy decepcionado y me sentía tremendamente impotente, pero eso no ayudaba a nadie, así que me puse a improvisar. Desmonté toda la prótesis y empecé a tensarla con una configuración distinta. Nada». Después de varios días de darle vueltas a la cabeza, a Guille se le ocurrió que podía tratarse de un problema de fuerza, así que Robert comenzó la rehabilitación. No habían pasado ni dos semanas y la atrofia muscular comenzó a desvanecerse. Ahora la prótesis se cerraba a voluntad y Robert había recuperado su brazo.
Así, con Robert pletórico, comienza la historia de los cinco milagros de Guillermo Martínez. Porque esta es la historia del ingeniero español de 23 años que con una impresora 3D y su brillantez ha mejorado la vida de los campesinos del poblado de Kabarnet, en el suroeste de Kenia. A principios de año, diseñó una serie de prótesis ortopédicas que él mismo llevó a África este verano. «Me compré la impresora por Navidad, por poco más de 150 euros y la monté yo mismo por piezas. Se me ocurrió que podía dejar de hacer figuritas de Pokémon y ayudar a gente que de verdad lo necesita». Se enteró por un amigo de que había organizaciones que buscaban gente y decidió emprender el viaje. Allí, en pleno valle del Rift, tiene un proyecto la ONG mallorquina Bamba Project. En pleno oasis de la naturaleza desolado por la pobreza, esta organización trabaja para mejorar la vida de los habitantes desde el año pasado. Tienen un orfanato y prestan servicios generales básicos a la población local. «Saber de Guillermo nos llenó de alegría, hicimos todo lo posible para buscar candidatos a las prótesis», nos cuentan portavoces de Bamba. «Sin ellos, yo no hubiera podido hacer ni el 80% de lo que he hecho», cuenta Guille.
Obrar el milagro no fue sencillo. Guillermo recuerda emocionado la historia de Philipp, un profesor de secundaria de la zona que perdió el brazo por una infección. La amputación le había dejado sin antebrazo, con apenas con tensión en los tendones para ejercer un poco de fuerza. La nueva prótesis, que se enganchaba gracias al arnés de una cámara deportiva, devolvía la felicidad a Philipp. «Desde hace mucho tiempo vengo pidiendo ayuda a las autoridades, a los políticos y a todo el mundo, pero solo gracias a Guillermo puedo volver a juntar las manos. Ahora hasta podré conducir», reconocía Philipp con una sonrisa de oreja a oreja en un vídeo que grabó para la madre de Guille, agradeciéndole la labor de su hijo en Kenia.
«Al final es por estas cosas por las que uno lo hace. Mucha gente me pregunta ¿y por qué no lo haces en España? Y esas preguntas me hartan, la verdad. Las oportunidades sanitarias a las que uno accede por el mero hecho de haber nacido en el primer mundo no se pueden comparar con las de ellos, que han nacido y se han criado en la pobreza. Además, también estoy trabajando en prótesis para gente de aquí mismo. No son procesos excluyentes, solo hace falta financiación», cuenta hastiado el joven.
Guillermo, un estudiante madrileño de Ingeniería en organización industrial, «recibió» de los Reyes Magos (previa autofinanciación y montaje low cost) una impresora 3D. Estos aparatos son capaces de modelar y construir en plástico casi cualquier cosa que a uno se le pase por la cabeza. «Había organizado el viaje. Ahora tenía la impresora. Al final, sin haberlo planeado, iba a poder darle un buen uso».
Este ingeniero madrileño habla con sencillez y humildad, como si su labor no fuera altruista, sino un deber moral: «Comencé con prototipos sencillos, de los que había por la red. Poco a poco los fui perfeccionando y sofisticando, hasta que llegué a probar mi propio diseño». Había que ponerse en marcha. Era mayo y ya solo quedaban dos meses para salir con rumbo siroco. Guille estuvo en Kenia entre el 15 de julio y el 15 de agosto, corriendo con todos los gastos, que superaron con holgura los 1500 euros. «Como lo de las prótesis surgió de repente, yo mismo me había acortado los plazos de construcción. Hice 5 prótesis, aunque 2 de ellas no fueron a su destinatario original».
Son 8.000km hasta el orfanato
Después de 26 horas de vuelo y más de 8.000 kilómetros recorridos, Guillermo llegó al Condado de Baringo (Kenia). Allí el panorama que se encontró no fue muy alentador: «Muy pocos hablaban inglés y no supe hasta el último momento si las prótesis iban a funcionar», pero rápidamente el matrimonio de cooperantes que dirigen el centro de la ONG, Ruto y Christine, le ayudaron a integrarse en la comunidad. Además de construir y llevar las prótesis, Guille colaboró con el orfanato y estuvo enseñando a los niños el funcionamiento de sus diseños. «Lo verdaderamente importante no es lo que pueda hacer yo, si no formar a la población para que lo puedan hacer ellos mismos».
Desde que regresó a España, Guillermo ha intentado por todos los medios recaudar el dinero que necesita para volver a Kenia y seguir ayudando. «Tengo varias prótesis ya construidas y algunas se las estoy dando a cooperantes que van, pero quiero volver y completar el proyecto». A través de su página en Facebook, «Ayúdame3D», este ingeniero madrileño sigue buscando financiación.Con un coste aproximado de 25 euros y una estructura que mezcla plástico (PLA), gomas para aparato dental e hilo de pescar, este ingeniero madrileño ha conseguido llenar de felicidad los rostros de los locales. Guillermo descubrió que solo tres días de trabajo por prótesis podían cambiar una vida entera: «Una mujer le contó a los cooperantes que ahora todo iba a cambiar. Ahora podría coger las herramientas del campo y trabajar, porque sin trabajo no eres nadie. Lo único que ella quería era trabajar. Tener una vida digna».
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