Copy & Paste, espero que lo disfruten, y recuerden ante la duda naciones para todos y sobre todo mucha, mucha confederación:
Para la mayoría de analistas políticos el comienzo de la desintegración de Yugoslavia comenzó en 1974, año en que se sentaron las bases de la ruptura mediante la promulgación de una Constitución suicida. Se diseñó un “federalismo” que definía a la República Socialista Federativa de Yugoslavia como una unión voluntaria de repúblicas socialistas y de naciones, entendiéndose que los grupos nacionales eran los eslovenos, croatas, serbios, montenegrinos, macedonios y musulmanes, a los cuales se les garantizaba sus “derechos nacionales” y la plena participación en el proceso de toma de decisiones a nivel federal, dejando atrás la ciudadanía y primando la “nacionalidad”, había grupos nacionales, y dentro de cada grupo ciudadanos, pero la igualdad entre ciudadanos de grupos distintos pasó a ser inexistente menos en el gentilicio simbólico de “yugoslavos”, cada grupo nacional debía de ocuparse de “sus” ciudadanos. Cualquier grupo nacional podía vetar al Consejo de Repúblicas y Provincias y tirar atrás cualquier medida, especialmente las económicas, entregándose a su vez y por completo la educación, el sistema judicial y la policía a las repúblicas. De igual manera se aplicó el sistema de paridad para la composición de todos los órganos políticos de la federación, por último y en consonancia con el carácter socialista de la república, la soberanía no recae en el ciudadano sino en la clase trabajadora, pero con un pero: de acuerdo con su territorio.
El proceso que vivieron los yugoslavos a partir de entonces fue el incremento del enfrentamiento y rivalidad entre territorios, desembocando al cabo de 17 años en una cruenta guerra civil. Desde la aprobación de aquella Constitución las tendencias particularistas y los conflictos entre las diversas repúblicas crecieron incesantemente.
El primer logro fue un caos económico abrumador debido al aumento del estatismo centrípeto en cada una de las repúblicas, el caso es que al cabo de una década la economía yugoslava había alcanzado un punto de alineación regional que los movimientos de capital entre las repúblicas casi se habían extinguido. Cada república había constituido su propio banco central, adicional al Banco Central Federal Yugoslavo, el comercio interregional descendía vertiginosamente, cada república desarrollaba su propia política tecnológica, impositiva o de precios sin ninguna coordinación con las de las otras repúblicas y sin ninguna consideración con las de la misma República Federal. En resumen, los resultados obtenidos de la bienintencionada Constitución de 1974 eran perversos. La Constitución de 1974 hipotecó el proceso de toma de decisiones económicas a nivel federal a prevalecer el requisito de la unanimidad entre repúblicas en relación a dicha área de interés general, el “todos para uno, uno para todos” no se cumplió.
En el terreno político ocurrió más de lo mismo, las repúblicas fueron adquiriendo poderes normativos y legislativos comparables a los de la República Federal, provocando un vacío de funciones y autoridad en esta última. A su vez, el Partido Comunista Yugoslavo (partido único en aquel entonces) no fue ajeno al proceso de desagregación. Los activistas dejaban de serlo del PCY para ser los valedores de la Liga Comunista de sus repúblicas respectivas, así que paulatinamente los congresos regionales fueron sustituyendo el papel dirigente del comité central, de hecho, los miembros del comité central eran elegidos por los respectivos congresos regionales y no por el congreso federal de partido. Esta nueva situación provocó que las decisiones del PCY no fueran más que una síntesis de las decisiones que previamente habían adoptado los congresos regionales.
Unos 17 años después de la promulgación de la fatídica constitución de 1974 sonaron tambores de guerra, la ciudadanía enloquecía con mitos medievales encauzados por corrientes nacionalistas impregnadas de un fuerte componente étnico y religioso, llegando hasta el absurdo de dividir la lengua yugoslava (serbocroata) en tres idiomas de nuevo cuño: croata, bosnio y serbio, ¿la lógica de estas nuevas lenguas?, diferenciarse lo máximo posible del habla del vecino. Todo ello fue acompañado de una rápida conversión del comunismo más ortodoxo al nacionalismo más demagógico de corte conservador (y católico en el caso esloveno y croata) por parte de los líderes políticos. Unos comenzaron a hablar de reestablecer las “fronteras naturales” de Croacia y las proclamas de una “Croacia para los croatas”, otros de reestablecer la “Gran Serbia” con su “Serbia para los serbios”, y así sucesivamente ideándose una serie de naciones idílicas que se solapaban entre ellas, solución: el enfrentamiento armado.
Un año después del inicio de la guerra entre conciudadanos, la escritora Slavena Drakulic hacia las siguientes declaraciones en Cambio 16 (13-1-1992):
"Debo confesar que ser croata tenía para mí un significado especial (...). Vuelvo a verme niña, agitando una bandera en la larga fila de los pioneros de Tito y gritando: “¡Hermandad! ¡Unidad!”. Ahora, en cambio, vivo en un país en guerra y mis amigos extranjeros ya no me comprenden. No sé cómo explicarles que la guerra me ha reducido a una sola dimensión, que
ser croata se ha convertido en mi destino. Ya no soy nadie; sólo uno más de los 4,5 millones de croatas."
Mientras el “príncipe” Alejandro Karadjordjevic de Yugoslavia en sus declaraciones en La Vanguardia (12-06-1992) ofrecía una suculenta dosis de demagogia:
Tengo una solución: implantar la democracia en Belgrado. Una vez tengamos la democracia, habrá que proceder a negociar. Es muy importante que tengamos un auténtico diálogo entre grupos étnicos y las nacionalidades, cosa que, lamentablemente, no ha hecho el gobierno actual. Sólo podremos progresar si dialogamos.