Me sorprende que no haya hilo de lo que está sucediendo en Bangladesh.
Al menos 200 edificaciones hindúes han sido blanco de ataques en Bangladesh tras la salida del poder de Hasina
El Consejo de Unidad Cristiana Budista de Bangladesh (BHBCUC) ha denunciado la quema de cientos de hogares, negocios y templos de hindúes en el país tras la caída de Sheikh Hasina, una situación que puede empeorar tras la previsión de que grupos islamistas extremos formen parte del nuevo Gobierno.
Así el BHBCUC ha indicado que son entre 200 y 300 las edificaciones de hindúes que han sido vandalizadas desde el lunes. De acuerdo a cifras manejadas por Reuters hay unos 40 hindúes heridos tras estos ataques, mientras unos 20 templos han sido violentados en medio de la arremetida.
Bangladesh es un país mayoritariamente musulmán, en el que se estima que apenas un ocho por ciento de su población de 170 millones de habitantes es de origen hindú.
¿Cómo se ha llegado a esta situación?
La respuesta se encuentra en la propia narrativa legitimadora de Hasina y su partido, la Liga Awami. Bangladés es un país que nace de un baño de sangre fruto del choque entre dos elementos cruciales de su identidad nacional: la comunidad etnolingüística y la religión. El bangladesí, como sujeto nacional, es diseccionado del bengalí por su estricta adscripción a la fe islámica, al tiempo que es separado del resto de etnias musulmanas debido a sus singularidades culturales y lingüísticas. El choque entre estos dos aspectos se ha dado dramáticamente desde el mero planteamiento de un Bangladés independiente.
La Guerra de Liberación de 1971 contra Pakistán enfrentó a ambas posturas y alimentó una narrativa polarizadora entre los Muktijoddha –aquellos adscritos a la causa independentista– y los Razakar, término que acabó por erigirse como sinónimo de traidor a la patria. La cuestión de quiénes eran los verdaderos traidores y quiénes los servidores de la nación alimentó una serie de cruentos golpes de Estado que solo ahondaron la división social e intraelitista de cada una de las partes.
Las muertes de Sheikh Mujibur “Bangabandhu”, padre de la hasta ahora primera ministra, y de Ziaur Rahman, marido de Khaleda Zia –la principal líder de la oposición– allanaron el camino para el perfilamiento de las fuerzas armadas como la mayor fuente de estabilidad para el país. La sangre de uno y otro bando cimentó el ascenso del general Hossain Mohammed Ershard al poder. Sin embargo, el relevo generacional traería consigo la exigencia de cambios y la renovación de la procedencia de la legitimidad.
Esa nueva generación, criados en un país que funge como uno de los motores esenciales de la economía capitalista globalizada, pugnaban por la caída del régimen militar, abriendo con ello una ventana de oportunidad para ambas facciones. El pragmatismo se imponía y las dinastías políticas colaboraban en la creación de un statu quo en el que la institucionalización de los viejos odios y las heridas no sanadas impulsaría un turnismo democrático. No obstante, el pragmatismo, en conjunción con la polarización, da paso al sectarismo.
Hasina y Zia, para quienes tras los nefastos acontecimientos de las décadas pasadas el juego político era un asunto existencial, se vieron engullidas por sus propias narrativas. Ambos poderes fácticos chocaron en 2009, en un enfrentamiento que otorgó el cargo de primera ministra a Sheikh Hasina. Desde entonces hasta la actualidad, las lógicas a seguir habían sido las siguientes: por una parte, se trataba de fusionar el Estado con la Liga Awami, mientras que por la otra parte se trataba de convertir al opositor Partido Nacionalista de Bangladés (BNP) en el aglutinador del descontento con el sistema.
Ambas estrategias se han mostrado fallidas debido a su concepción estrictamente vertical. Mientras Zia encabezaba repetitivas manifestaciones y boicots electorales, la lealtad a Hasina era equivalente a una garantía de éxito profesional en la administración pública. Las medidas, orientadas al mantenimiento y expansión de las bases sociales de las lideresas, eran incapaces de hacer mella en las pulsiones de fondo de la sociedad bangladesí.
La omnipresencia del ejército y los cuerpos paramilitares prosiguió intacta. La “trampa de las rentas medias” creaba una generación cuyas expectativas profesionales se veían sistemáticamente vilipendiadas por la situación económica y el Islam político, regenerado por una oleada internacional hallaba en la “generación Z” un terreno fértil. Únicamente era necesario un catalizador. Y este llegó en forma del sistema de cuotas para el acceso a empleos en la administración pública.
Las facilidades para ciertos sectores de la población, especialmente los descendientes de los combatientes de la guerra de liberación, eran vistas como la enésima demostración de la alineación de las élites respecto de las demandas de la población. La revalidación de esta ley por parte del Tribunal Supremo incendió las universidades. Los militantes de Islami Chhatra Shibir (ICS) y Jathiotabadi Chhatra Dal (JCD), secciones estudiantiles del Jamaat-e-Islami Bangladés y el BNP, encabezaban unas marchas que no tardaron en extenderse por amplias capas de la sociedad.
Fuente: https://www.descifrandolaguerra.es/golpe-de-estado-en-banglades-la-caida-de-la-dama-de-hierro/
Y bueno, los vídeos de toda la barbarie que está sucediendo no paran de inundar las redes sociales. Una auténtica barbaridad.
Los meto en NSFW por aquellos a los que pueda pillar desprevenidos. No se ve sangre, pero si cadáveres, secuestros y ahorcamientos.