Desde el momento en que los invasores aparecieron, respiraron nuestro aire, comieron y bebieron. Estuvieron condenados...
Tras fracasar las armas y los recursos del hombre, fueron reducidos, destruidos por las criaturas mas diminutas, que Dios, en su sabiduría puso sobre la Tierra. Mil millones de muertos hicieron al hombre a creedor a su inmunidad, al derecho de sobrevivir a los infinitos organismos de este planeta. Y ese derecho es nuestro ante todo adversario... Pues el hombre, no vive, ni muere, en vano.
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