Un viento caliente comenzó a soplar – explicó años después – En todos lados se veían pequeños incendios, como antorchas apagándose: Nagasaki había sido totalmente destruida… prácticamente tropezábamos con cuerpos humanos y de animales que yacían a nuestro paso…
"Era en verdad el infierno en la tierra. Aquellos que apenas pudieron sobrevivir la intensa radiación -con los ojos quemados y la piel calcinada y ulcerada- deambulaban apoyándose en palos para poder sostenerse esperando ayuda. Ni una sola nube amortiguaba los rayos del sol de ese día de agosto, brillando inmisericorde en ese segundo día después del estallido”.
Algún día el hombre verá que se pueden coseguir cosas sin necesidad de matar.
Un gran general, llamado Nobunaga, había tomado la decisión de atacar al enemigo, a pesar de que sus tropas fueran ampliamente inferiores en número. Él estaba seguro que ven-cerían, pero sus hombres no lo creían mucho. En el
camino, Nobunaga se detuvo delante de un santuario Shinto. Declaró a sus
guerreros:
-Voy a recogerme y a pedir la ayuda de los kamis. Después lanzaré una
moneda. Si sale cara venceremos, si sale cruz perderemos. Estamos en las manos
del destino.
Después de haberse recogido unos instantes, Nobunaga salió del templo y
arrojó una moneda. Salió cara. La moral de las tropas se inflamó de golpe. Los
guerreros, firmemente convencidos de salir victoriosos combatieron con una intre-
pidéz tan extraordinaria que ganaron la batalla rápidamente.
Después de la victoria, el ayuda de campo del general le dijo:
-Nadie puede cambiar el destino. Esta victoria inesperada es una nueva
prueba.
-¿Quién sabe? -respondió el general, al mismo tiempo que le enseñaba una
moneda... trucada, que tenía cara en ambos lados.