Algunos resumen el cine de Sofia Coppola en historias sobre pijos que se aburren. A grandes rasgos, es cierto que las películas que dirige la hijísima no escapan de ese concepto. Es cosa de cada uno interesarse (o no) por las vidas vacuas de esos personajes de clase alta, en unos filmes donde ni se alaba ese estilo de vida ni se llega al extremo de regocijarse en la moralina fácil de "el dinero no es lo importante".
"The Bling Ring" muestra cómo un grupo de jóvenes en L.A. se dedicaron a entrar en casas de celebrities como Paris Hilton, Orlando Bloom o Rachel Bilson, para robar todo tipo de objetos de lujo. El valor de sus robos ascendió a más 3 millones de dólares. Coppola se basa en esta historia basada en hechos reales para ofrecer su particular retrato de la juventud actual.
Los personajes viven atrapados en un mundo de apariencias, donde la imagen prima sobre todo lo demás. Hacerse fotos y subirlas al Facebook se convierte en un elemento imprescindible, se busca conocer gente para tener más amigos en las redes sociales, no para socializar. Su mayor preocupación es elegir qué ponerse, en una desesperada búsqueda no sólo de la aceptación de la gente, sino que además te idolatren. Las celebridades de Hollywood y del mundo de la moda se convierten en Dioses a seguir, son un ejemplo de vida, una religión. La película no desarrolla a los personajes, son planos e incluso no nos resultarán carismáticos. La intención es clara: no se puede profundizar en una generación de jóvenes que se revuelca en la vacuidad.
Los protagonistas pertenecen a familias acomodadas, de clase alta incluso. Nunca les falta de nada. ¿Qué les lleva a robar? El anhelo por las apariencias se convierte en obsesión: no les basta con lucir sus posesiones y sus fotos en las redes sociales, desean pertenecer al mundo de las personas a quienes idolatran, quieren entrar en esa élite. Dedican su tiempo a hablar de vestidos que jamás van a poder llevar, de esas personas que en el fondo son como cualquiera de nosotros, pero la magia de la industria nos lleva a pensar justo lo contrario. El capitalismo nos vende que seremos como Nicole Kidman por comprar Chanel nº5, pero nuestros protagonistas van más allá: soy como Miranda Kerr porque llevo puestas sus joyas y sus zapatos. Han cruzado la línea, ahora llevan esos vestidos inalcanzables y se creen los más listos por ello.
Nunca piensan en las consecuencias. Son detenidos por conducir ebrios y drogados pero gracias a la sobreprotección de los padres no ocurre nada y por supuesto, ni hay escarmiento ni reflexión. Los robos salen a la luz y la primera reacción es sonreír ante el considerable aumento de la popularidad, que se traduce en cientos de solicitudes de amistad en Facebook.
El guión peca de repetitivo y sus personajes planos no ayudan a la hora de buscar trascendencia en su argumento, pero al igual que ocurría con "Spring Breakers", se trata de una historia vacía que habla sobre una juventud vacía.