Pues tú dirás, shur.
Imagínate. Developer en una gran ciudad, rodeado de gente vendiéndote humo de "transformación digital" mientras tú te comes marrones de legacy code y APIs que no funcionan ni a tiros. Te levantas a las siete, te comes el tráfico o el metro lleno de zombies, llegas a la oficina y a aguantar reuniones que podrían ser emails, mientras el manager suelta buzzwords como si fuera a subir el valor de las acciones.
Y ahora piensa en esto. Tú, currando en remoto, pero desde un pueblo perdido en una provincia española. Que sí, habrá más vacas que personas y la conexión a Internet a veces se toma vacaciones. Pero qué más da, porque te levantas cuando te da la gana, sin alarmas de coches ni el vecino de arriba moviendo muebles a las cinco de la mañana. Te haces tu café, abres el portátil en pijama y hala, a picar código con calma. En vez de agobio, tienes tranquilidad. La única interrupción es el perro del vecino ladrando porque pasa alguien con una bici.
¿Que en la ciudad tenías coworkings con sillas ergonómicas y café de especialidad? Sí, claro, pero ahora tienes un despacho improvisado en tu casa y te da igual porque nadie te está vigilando por encima del hombro. Y oye, te tomas el café del bar del pueblo, que no será colombiano 100% orgánico, pero viene acompañado de una charla con el camarero que te alegra la mañana. Ah, y cuesta 1,20€, que eso en la ciudad no paga ni el vaso.
Y luego está el curro. Antes te pasabas las tardes haciendo deploys que petaban y apagando fuegos en producción, pero ahora... ahora sigues haciendo deploys que petan, pero con vistas al monte y un nivel de zen que ni un monje tibetano. Te sale una excepción inesperada en el código y lo arreglas con calma, porque total, no tienes que correr para pillar el último tren ni pelearte por hueco en la carretera.
¿Que echas de menos los meetups techies y las oficinas con snacks gratis? Pues sí, pero ahora las reuniones de equipo son con tu gato en el regazo y nadie te mira raro si te comes un bocadillo mientras escribes en el chat. Además, con lo que ahorras en alquiler, te puedes montar un setup gamer que ríete tú de los de Twitch.
Y lo mejor: terminas el curro, cierras el portátil y ya está. Te das una vuelta por el campo, te tiras en el sofá o incluso, quién sabe, aprendes algo nuevo porque tienes tiempo. Ni ruido, ni prisas, ni jefe en modo helicóptero. Solo tú, tu código y una vida tranquila.
En resumen, shur, vivir en este pueblo es el upgrade de vida que no te da ni el último MacBook. Trabajas igual o mejor, vives diez veces más tranquilo y te ríes cuando piensas en tus colegas quemados en la oficina. ¿Te lo cambiarías? Ja, ni loco.
