Os dejo uno que escribí el año pasado por estas fechas:
Gris
Hoy José cumple 33 años. Sus amigos y compañeros de trabajo se enterarán por Facebook. Dependiendo del grado de amistad le dejarán un mensaje en su muro o le enviarán un SMS al móvil. Su mujer le ha dejado una nota en la mesita de noche, junto a sus gafas:
¡Felicidades cariño! Hoy llegaré tarde, compra una tarta y lo celebramos cuando llegue. Un beso.
No se inmutó. Los perdones, las excusas y las mentiras piadosas eran la moneda de cambio de su relación. Su primer aniversario se acercaba, pensó, y con la calma que le caracteriza entró en la ducha lentamente con cara de sueño. Hace casi un año, al casarse, decidieron retrasar el viaje de luna de miel para cuando estuvieran con menos ajetreo en sus respectivos trabajos. Sí, lo propuso ella.
José era un tipo normal. Nada fuera de lo común. Hace dos meses le ascendieron a Director de Oficina, lo que significa un aumento de casi dos mil euros respecto a su sueldo anterior. Se convertía así en el Director de Oficina más joven de su entidad bancaria. El ascenso no le pilló por sorpresa ya que había visto como sus compañeros a lo largo de estos diez años iban ascendiendo dependiendo de su antigüedad y no debido a sus méritos o aptitudes.
Ha sido su único trabajo hasta la fecha. Entró como becario, de los primeros de su promoción. Estaba ansioso por triunfar, ávido de éxito, cómo un joven de la cantera del Barça al debutar con el primer equipo. José no se esperaba que el trabajo en la banca privada fuera a resultarle tan monótono. Cuando acabó la carrera de Económicas, hace diez años, tenía la idea que sería un ejecutivo agresivo, estresado, como esos que se toman el café corriendo de camino a la oficina, y a la vez hablan por su teléfono móvil sobre el IBEX 35, mientras preparan una jugada bursátil magistral para incrementar su ego y unos millones antes del descanso para comer. Se imaginaba que acabaría siendo todo un Gecko de Wall Street, su película favorita. Sin embargo, el único parecido que tenía con Michael Douglas era el traje gris, la camisa azul, la corbata granate estampada y los tirantes a juego.
Eran las seis de la tarde y pensó que era buen momento para irse y así evitar la hora punta. Después de todo, hoy era su cumpleaños e iba celebrarlo con su mujer. Se acordó que tenía que comprar una tarta antes de entrar en el metro, ya que no había pastelerías cerca de casa. Llevaba sentado casi todo el día, se olvidó hasta de comer. José se levantó con las piernas agarrotadas y cogió su abrigo dispuesto a marchar. Justo antes de salir, con el pomo de la puerta en su mano derecha, escuchó el tono de aviso de un SMS:
Perdona cariño, estoy reunida con los clientes y no llegaré a casa hasta muy tarde. No me esperes para cenar. Otro día lo celebramos. Lo siento, un beso.
No se enfadó, ni siquiera le molestó. Era tarde para eso. José se había convertido en un tipo gris y no le importaba.