Vengo bien tarde (una hora menos en Britannia) para traeros La medicina de Tongoy.
"Balzac empieza a escribir. Pero no, como los demás, para acaparar dinero, para divertir, para llenar los estantes de libros, para ser tema de conversaciones de bulevar; no ambiciona un bastón de mariscal en la literatura, sino la corona de emperador. Empieza en una buhardilla. Escribe las primeras novelas con seudónimo, como para probar sus fuerzas. Todavía no es la guerra, sino sólo un juego de guerra; todavía no es la batalla, sólo son maniobras. Insatisfecho con el resultado, descontento del éxito, arroja la pluma; durante tres o cuatro años se dedica a otros oficios, trabaja de escribiente en un despacho de notario, observa, ve, penetra con su mirada el mundo y lo saborea, y luego empieza de nuevo."
Stefan Zweig, "Tres maestros (Balzac, Dickens, Dostoievski)"
“Así es como va la cosa por aquí, folks”
Pleonasmo Chief
Esto viene a cuento del lamentable intento, hace unos días, de matar cinco minutos en la librería de El Corte Inglés. De todos los libros expuestos o sugeridos en las mesas y estanterías hubo tres que me llamaron especialmente la atención entre otras cosas porque ya los conocía y sospechaba lo que podría encontrarme en ellos. Al igual que no me resistí entonces a ojear algunos no me quiero resistir hoy a compartir con ustedes la reflexión surgida de aquella primera impresión (y en algún caso, de la lectura de unas primeras páginas) y de las citas que encabezan y cierran este post.
El primero de los libros no lo tenían pero sí el cartel en que se anunciaba y que recomendaba su compra y no sé si también su lectura. "Tenían veinte años y estaban locos" (por triunfar, creo) es una antología de un grupo de veintisiete jóvenes poetas de menos de veintisiete años que según Luna Miguel (la antóloga) “luchan en la calle, en la red y en el papel con la poesía como estandarte” lo cual estaría muy bien si el resultado no fuesen perlas como esta que me recuerdan los motivos por los que no soporto la poesía: “Me quitaron las vegetaciones. / Así que con ocho o nueve años / me las tuve que arreglar / con mi nariz / para coger y expulsar / coger y expulsar / aire. / Guardaba soplos / en la boca del bolsillo / al dormir. / Pero sin ellos nunca aprendería / a respirar. / Años después, / me dijeron en el hospital / que no me preocupara: / fiebre del heno. / Me faltaba oxígeno: / los chopos, las moreras, los girasoles / que habían arrancado / de las fosas."
Quiero insistir en lo de los veinte años porque el segundo de los libros era la primera novela de Antonio J. Rodriguez (alias Ibrahim B aka Pleonasmo Chief) titulado “Fresy Cool”. Creo que trata sobre un joven literato, aprendiz de periodista, que odia casi todo excepto a la jovencísima Lola Font, el gran amor de su corta vida. A Malherido (alias Alberto Olmos) le ha gustado “esta interesante, excesiva, estilosa, monstruosa, vanidosa, ingeniosa y no poco irritante primera novela”. Después de leer las primeras treinta páginas me queda el consuelo de haber sido nuevamente testigo del valor de la amistad frente a la honestidad o el buen gusto. A mí personalmente me está pareciendo ("me ha parecido", puesto que la abandoné ayer por la tarde) un quiero y no puedo entre Wallace y Palahniuk, esto es, ritmo e incontinencia verbal unido a doscientas referencias indescifrables para según quién, entre los que me incluyo, por lo que deduzco que no estoy entre el público al que está dirigido. Esto no es tanto una crítica negativa (no puedo serlo, puesto que apenas lo he ojeado) como el reflejo de la sospecha de que el libro de Antonio J.R. debe tener como objetivo principal lucir palmito ante la tribu a la que pertenece. Les dejo una cita de la novela para que tengan algo en que pensar esta noche: "Fresy Coll Sh*t! será la historia de tu vida, muchacho – irrumpe enmascarado Ibrahim B. en sus laboratorios-. La intención aquí no es otra que nuestra voz, la de este equipo que tienes delante, narrando tus peripecias y tribulaciones, tanto como que tu personalidad termine por fagocitarnos, y acabes siendo tú quien se relate a sí mismo en tercera persona. No sé si me explico, ya sabes: cuánto más cerca un autor se identifica con el narrador, literal o metafóricamente, menos aconsejable es que use la primera persona como perspectiva, John Barth.”
El tercero fue “Crezco” de un tal Ben Brooks, un chico de diecinueve años que ha escrito una novela en la que el protagonista tiene las presiones habituales de los jóvenes de su edad: exámenes finales, una madre que quiere lo mejor para él… la mierda de siempre. El libro nos habla del paso a la madurez a través de las drogas, el sexo, la ira, los estudios. Entiendo que es un poco lo de los últimos cincuenta años pero con tarifa de datos en el móvil. Escribo esto sin acritud: no he leído el libro y no puedo juzgar su calidad. Tampoco quiero restarle importancia al mal trago que es ser adolescente. Quizá sea una gran novela, quien sabe; hay quien la ha comparado con "El guardián entre el centeno". John Bart escribió "El plantador de tabaco" a los treinta y Mann tenía veintiséis cuando publicó "Los Bruddenbock". Que el tiempo juzgue, pues, a Ben Brooks y su crecimiento, porque yo no sé si tendré ganas de hacerlo. Les dejo un fragmento de las primeras líneas de la novela: “Son las 2:46 y sigo despierto. Hay varias causas para el insomnio, como un glándula tiroides hiperactiva, la diabetes, los espasmos musculares violentos, una comida pesada o el exceso de cafeína. El insomnio también puede ser resultado del estrés. Estoy estresado porque pienso en Keith, en que mató a su ex-mujer. Entro en www.girlsoncam.com, me pongo el usuario “polladura” y clico en “entrar en la sala”.
Me acordé entonces de Viola di Grado, costurera aficionada y odiante profesional de todas las modas que no sean la suya; de Tao Lin, vendedor de pilas al peso o Claudia Apablaza, una chilena que en "Diario de las especies" viaja a Barcelona para probar la experiencia salvaje de llevar un blog literario y cartearse con Vila-Matas, con diferencia lo mejor que le puede ocurrir a todo el que quiera dedicarse a esto de la letra impresa. Me pregunto si realmente hay un mercado para este tipo de subproducto entendiendo "subproducto" como tener veintitanos y creer que la experiencia vital de ser uno mismo puede tener el menor interés para el resto del mundo. Supongo que sí lo tiene, mal que me pese. Esta gente tiene amigos, miles de seguidores en Facebook, ojeadores en twitter y he visto incluso que Luna Miguel tiene su propia psicópata, lo cual es señal inequívoca de éxito aplastante. A mí personalmente me da vergüenza ajena esta infantil celebración de lo cotidiano pero ya supongo que no somos todos iguales y a poco que cincuenta familiares y amigos y doscientos despistados se compren alguno de estos libros ya tenemos promesa literaria que te crió en algún suplemento cultural de segunda y estos nuevos héroes literarios, hijos de proletarios, masificarán un Olimpo que no han hecho absolutamente nada por merecer.
"Para empezar se dan dos tipos de escritores: aquellos cuyo motivo para escribir es el tema y aquellos cuyo motivo para escribir es el hecho mismo de escribir. Los primeros han tenido pensamientos o experiencias que les parece que vale la pena compartir; los segundos necesitan dinero, y por eso escriben, por dinero. Piensan porque tienen que escribir. Se les reconoce en que se explayan en sus reflexiones haciéndolas todo lo largas posible y también en que elaboran pensamientos titubeantes, forzados, equívocos y verdaderos sólo a medias. En la mayoría de los casos, además, son amigos del claroscuro para aparentar lo que no son. Por este motivo desaparece toda precisión y exactitud de su escritura. De ahí que se pueda notar en seguida que escriben para llenar papel. [...] En el momento en que se perciba esto en un libro hay que desecharlo, ya que el tiempo es precioso. En rigor, el autor estafa al lector desde el momento en el que escribe para llenar papel, pues su tarea es la de escribir porque tiene algo que compartir."
Schopenhauer, "Sobre escritura y estilo"
Ahora sí se puede cerrar el hilo