Sixpack 3 ~ Club de lectura semestral, Cuarentena Special Edition.

Entre la página 198 y 199 no para de criticar la forma de pensar que un país como la URSS tenía, y no me explico cómo una persona tan formada como este escritor no entiende cómo funciona un pensamiento cerrado, moderno y sistematizado.

No se deja a la arbitrariedad la forma de comprensión de la realidad, sino que esta se tritura y explica a través de un método con anclajes racionales, en este caso concreto es la economía, a través de los cuales se ordena todo lo que abarca el estado. Por eso cuando el autor cita que "si el partido dice que esto es negro pero es blanco, debe ser negro a la fuerza" entra dentro de un marco racional de pensamiento.

La parte de la visita a sus padres después de 15 años me parece bastante triste. No soy capaz de empatizar en ese sentido. El padre me despierta ternura, pues es un abuelete que ni interactúa; la madre lo mismo, pese a que no parece que sean muy emotivos.

Destacar en este aspecto la agudeza de Carrère al mostrar lo extrañada que se queda la madre al saber que en Occidente hay varios partidos, y que encima el gas se paga. Sobre lo primero, la realidad es que la multiplicidad de partidos no implica mayor grado de democracia, y que el este de Europa y Asia en su mayor parte no tienen las bases ideológicas sobre las que se ha construido Occidente; sobre lo segundo, pues creo que hay suficiente con leerlo.

Otro aspecto que me ha gustado mucho es el tema de la guerra de los Balcanes. La facilidad con la que se puede pasar de bueno a malo creo que se refleja entre Croacia y los serbios yugoslavos aún. Igualmente, pese a los horrores, creo que Carrère muestra el error que es eso de intentar usar operativamente eso de la "autodeterminación de los pueblos" en estados liberales ya dados.

Hay un momento en el que relata el peligro que corren los serbios en territorio croata, y esto es una realidad. Me hubiese gustado que hiciese más hincapié en los problemas de significar un estado a través de una concepción étnica y no política. Aunque lo toca y entiendo que no es el latemotiv del libro.

Meterse en la piel de Limónov a lo largo de 60 años es algo fenomenal. Si alguien busca un beat de verdad, algo realmente contracultural, ese es Eduard y no aquellos intelectuales norteamericanos.

Limónov es la viva imagen del revolucionario profesional, como lo era Lenin o lo fue el Che Guevara. A diferencia de estos, no asume un sistema de pensamiento filosófico moderno a través del cual guiarse, es como una hoja que se deja llevar por el viento, es un posmoderno violento y autoritario, pero que no podría ser un estadista como lo fueron Castro o Stalin.

La imagen que Carrère muestra de la URSS no está libre de sesgo ideológico, pero consigue transmitir reflejos reales de lo que podría ser la mentalidad de un soviético de la época. Paradigmática es la intervención de la madre de Eduard, cuando se sorprende de que en Europa haya más de un partido o de que se pague por algo tan básico como es el gas.

Es también interesante ver como esa intelligentsia opositoria al régimen soviético consigue copiar y distribuir los manuscritos prohibidos, como monjes copistas en la Edad Media, y como, por otro lado, proliferan en EEUU, como punta de lanza contra su país. Limónov no podía encajar con ellos.

La Guerra de los Balcanes es otro punto interesante que nos muestra el autor, dejándonos una reflexión que me parece bastante acertada sobre el significado de la nación étnica. Desde el prisma romántico el intelectual medio siempre ha tendido a ensalzar esta trola de "a cada pueblo, un estado", y Carrère, atinadamente, se da cuenta de que esto es muy difícil llevarlo a la práctica. Del mismo modo, el capítulo dedicado a la caída del Comunismo, a la despreciable gestión de Gorbachov, y a la venta salvaje de la patria por Yeltsin.

Otro aspecto destacable es la relación con las mujeres: la misma facilidad tiene para atraerlas, como para espantarlas. Es notoria, especialmente, la pérdida de Elena, que le lleva a una de las partes más raras del libro; en un par de páginas nos lo muestran comiéndose su propia corrida, y dejándose encular por un negro en Central Park. Algo que te pilla totalmente por sorpresa si no has leído nada del personaje.

Quizá la parte más densa y aburrida del libro sea la final. Esa transformación New Age a pseudo budista, alcanzando el Nirvana en la cárcel, no me ha acabado de convencer. Si bien me pega con el personaje, porque el eclecticismo en cuanto a referencias ideológicas y culturales que es capaz de agregar, es impresionante.

En definitiva, un gran libro que me alegro mucho de haber descubierto. He logrado empatizar con él.

El protagonista es agradable y demás, la historia tiene algunos toques locos que molan, pero ya está. Abusa del recurso de la repetición; se le nota que está escrito como una historieta de un diario, pues hay cosas referentes al momento en que fue escrito, y no hay una trama detrás.