No funciona.
Ha quedado más que demostrado que aumentar las penas no reduce la criminalidad. De hecho, la mera pena de prisión -el encierro, en sentido estricto- no sirve de nada transcurridos 2-4 años si no hay un programa de reinserción detrás. Bueno, sí que sirve: gracias a la inocuización la sociedad queda protegida. Pero este modelo puramente represivo ha quedado obsoleto. Ahora las penas están orientadas a la prevención especial del delito, que se denomina.
En Europa se utilizaba la Ley del Talión hasta el siglo XIX y desde luego que el índice de criminalidad no era más bajo que ahora. El delincuente no se para a calcular cuál es la medida represiva consecuencia del acto delictivo. Puede tener una idea general, y en este sentido la amenaza de una pena puede surtir efecto, pero hasta cierto punto. Lo que realmente evita el crimen es la educación: instaurar en el individuo la afirmación positiva de las convicciones jurídicas, es decir, cumplir la norma no por la amenaza de una pena, sino por respeto hacia el derecho, que ampara valores morales socialmente aceptados. Eso se logra a partir de la educación. En derecho penal se enseña que el ejercicio punitivo del Estado es un elemento de última ratio; por tanto, de aplicarse, se entiende que todos los mecanismos anteriores para evitar el delito han fracasado. El derecho penal no es, por tanto, una herramienta para reducir la criminalidad, sino como un instrumento excepcional de castigo.
Como han comentado, acertadamente, antes, el porcentaje de individuos reinsertados es altísimo, superando el 80%. No hemos de olvidar que la mayoría de los delincuentes en España cumplen pena por robo o tráfico de drogas (y no, no me refiero a capos de la mafia); y en la cárcel, desde los sistemas de Crofton o Maconochie ideados hace varios siglos, el trabajo en prisión es un elemento FUNDAMENTAL del tratamiento. El trabajo permite la realización del criminal; otorgar un propósito al mismo, adquirir responsabilidades, compromiso, diligencia, compañerismo, etc. Al mismo tiempo, durante el tiempo que dura la prisión el tipo va comprendiendo el propósito de la misma. Por eso digo que una prisión de duración mayor a 2-4 años sin más no sirve absolutamente para nada (más).
Estoy hablando de personas que no padecen ninguna enfermedad. Si hablamos de trastornos la cosa cambia; pero entonces ya me diréis en estos casos qué más da que la pena sea de 4 años de prisión o 4 hachazos, cuando aquel está fuera de sí. Hay estudios que dicen que los individuos fuertemente socializados presentan un menor índice de criminalidad que las personas de clase marginal. Por eso, en los primeros, un leve castigo suele producir un efecto disuasorio de la comisión de nuevos delitos. Hay otros que afirman que las clases más altas de la sociedad cometen menos delitos porque entienden su posición como algo que deben de proteger y por ello no merece la pena arriesgarse. Yo discrepo; no tengo razones científicas ni psicológicas, pero es obvio que los ricos cometen los mismos delitos o más que el resto. Y, aunque no se debe directamente a un problema de educación, está claro que su optimismo ante el riesgo de ser descubiertos es para estudiar. Creo que hay poca literatura sobre esto último.
RPV: las penas desproporcionadas no sirven salvo para mantener segura a la población mientras se ejecutan. Eso, si se respeta la integridad física del reo.