El ser humano, al igual que la vida, trata de sobrevivir. Y ante la aceptación de la muerte que proviene del ideario ateo, buscamos por lo menos que algo de nosotros trascienda: una descendencia ya sea biológica, histórica o útil (véase un descubrimiento o invento).
Esta sensación es perfectamente natural, pero no por ello ha de otorgársele un valor positivo (no caigamos en la falacia naturalista fácil). La trascendencia es sólo la ilusión de perdurar, cuando en realidad, en términos absolutos, nada lo hace. Todo perece ante la incesante marcha de la entropía, y toda la vida es una lucha eternamente alargada, pero esencialmente perdida.
Por tanto, preocupaciones como estas tienen nulo sentido para tu existencia. No obstante, es comprensible (y comparto) que si quieres crecer como persona, y tratar de sacar la mejor versión de ti mientras todavía respires, es normal que desees saber más. Quieres ayudar a amenizar esta eterna lucha para otros seres humanos, y esto es, a través de conocer lo suficiente de algo como para enseñar. Ya me parecía a mí que sin duda alguna tú serías una de esas personas que otorga virtud al conocimiento, en ese sentido nos parecemos.
Pues verás, yo ya sabes que he estado dando clases durante dos años, y creo que tengo algo que decir al respecto. Inicialmente, mi nivel era muy pobre: suficiente para programar, suficiente para sacar cosas adelante, pero insuficiente para enseñar. Al ver los temarios que tenía que impartir tanto para cursos del SEPE como para cursos específicos para empresas, tuve que preparármelo todo seriamente, hacer ejercicios y resolverlos, crear material nuevo, prepararme para saber responder ante preguntas...
Bueno, pues qué decirte. Aprendí muchísimo dando clase. Creo que fue lo más enriquecedor en sentido de conocimientos que he podido tener, pues te hace no sólo solidificar lo que ya sabes, o darte un incentivo a seguir aprendiendo; también te presenta situaciones y preguntas diferentes, que te harán cuestionarte lo que sabes y por tanto, dar un soplo de aire fresco a tus conocimientos. Por tanto, lo que te digo es... aprende lo que puedas de lo que quieras enseñar, y lánzate a la acción. No necesitas ser perfecto. Pero con cada clase que des, pasito a pasito irás recorriendo el camino de la mejoría. Es muy recomendable y una gran experiencia, y recuerda que para enseñar no tienes que ser un dios, sino alguien con unos conocimientos mínimamente sólidos y que sepa expresarlos de una forma pedagógica y, a ser posible, amena.
¡Saludos! Ya nos vemos esta tarde por la capital .