Bomba demográfica: la amenaza silenciosa que acabará con España tal y como la conocemos
JORGE BENÍTEZ Madrid 5 jul. 2018 02:06
/ SEQUEIROS / ULISES CULEBRO
- En España el número de fallecimientos ya supera al de nacimientos
- Una proyección demográfica vislumbra una sociedad conservadora, menos productiva, con menos delincuencia y más dócil frente a las tiranías. Habrá más necesidad de gasto en dependencia y menos en educación
- Según Alejandro Macarrón Larumbe, en 2100 España podría tener la mitad de su población actual y sufrir una pérdida de gran parte de su población activa
Una reciente cumbre de la Unión Europea se vio ensombrecida por un rasgo común del Viejo Continente. No se trataba de las negociaciones del Brexit, ni del auge del populismo, ni siquiera de la creciente injerencia rusa en los asuntos comunitarios. No, lo que unía a los líderes de Alemania, Reino Unido, Francia, Italia, Holanda y Suecia iba más allá de la diplomacia o los fondos de cohesión: ninguno de ellos tenía hijos.
Sí, había una excepción: el representante español. Una excepción tardía, todo sea dicho. Porque cuando Mariano Rajoy fue padre por primera vez ya había cumplido los 45, mientras que la media española, de las más elevadas del continente, está en los 32 años.
Al posar para la foto final de la cumbre, los líderes encarnaban un problema de fondo de la sociedad europea: la llamada bomba o suicidio demográfico.
Los últimos datos del INE, publicados hace dos semanas, dieron la señal de alarma. En 2017, el número de fallecimientos en España superó al de nacimientos. Esto se tradujo en un crecimiento vegetativo negativo de 31.245 personas, una situación que no se producía desde hace 74 años, en plena Segunda Guerra Mundial. Y, desde 1996, no se habían registrado tan pocos bebés.
La conclusión. España tiene muchas arrugas. Y más que tendrá.
Las estadísticas le están dando la razón a Cicerón, que escribió hace dos milenios: "Si quieres ser viejo mucho tiempo, hazte viejo pronto". Nos espera una vejez larga e inminente con achaques económicos y sociales. En el libro Suicidio demográfico en Occidente y medio mundo (disponible en Amazon), Alejandro Macarrón Larumbe aborda esta cuestión que no sólo pone en jaque al estado de bienestar sino a nuestra supervivencia. "No creo que se haga lo necesario para revertir la situación si no nos asustamos de verdad, porque la baja natalidad es parte central de nuestro modelo de sociedad", dice Macarrón Larumbe, director de la fundación Renacimiento Demográfico.
HABRÁ UNA PÉRDIDA DE INFLUENCIA INTERNACIONAL: EUROPA ACOGÍA EN 1900 EL 25% DE LA POBLACIÓN MUNDIAL, EN 2050 PODRÍA NO LLEGAR AL 7%
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Sus proyecciones son impactantes. En 2100 estima que la población española será la mitad de la actual y que el país habrá perdido casi dos tercios de su población activa.
La edad provecta ha sido a lo largo de la Historia tan glorificada, cuando era asociada a la sabiduría, como perseguida, cuando era vista como debilidad. Ahora que la mayoría nos dirigimos hacia ella es necesario pensar en el futuro de una sociedad que necesitará más cementerios que paritorios.
La interrupción de nacimientos ha llegado incluso a la ficción distópica. En la novela Hijos de los hombres, escrita por P.D. James y llevada al cine por Alfonso Cuarón en 2006, un virus hace infértil a la humanidad. El futuro es un agujero con fecha de caducidad. Protegido por su condición insular, el Reino Unido de 2027 es un estado policial, repleto de controles fronterizos, donde los inmigrantes son encarcelados en guetos.
La estimación proyectada por Macarrón Larumbe suena menos radical, pero no menos inquietante. Seremos viejos, solitarios, más pacíficos y conservadores. Formaremos parte de una sociedad más pobre, con un descenso del consumo, inflamada de una presión social hacia la eutanasia no deseada y con una pérdida de influencia internacional por culpa de la caída demográfica (Europa en 1900 acogía el 25 % de la población mundial, hoy no llega al 10% y en 2050 será el 6,9%, según datos de la ONU que no incluyen estimaciones de progresos migratorios).
Nuestro crecimiento económico estaría herido por la carestía de juventud. Con una menor tasa de desempleo por el descenso de la población activa. La escasez de mano de obra implicaría un aumento de los salarios salvo si se produce una llegada masiva de inmigrantes, y una pérdida de competitividad por la caída de I+D.
- MÁS QUE LA BAJA NATALIDAD, LO PREOCUPANTE ES QUE MUCHAS PAREJAS NO PUEDAN TENER LOS HIJOS QUE SOLVENTEMENTE DESEAN TENER
Jose Antonio Herce, director asociado de AFI
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Los gastos sociales tendrían que ser incrementados para cubrir la necesidades de los más mayores. Mientras, habría un ahorro en educación ante un descenso de las nuevas generaciones. En el invierno demográfico también cabe prever un lento hundimiento del precio de la vivienda: más fallecimientos implican más casas vacías, una oferta que no cubrirán los jóvenes, especialmente en zonas víctimas de la despoblación.
José A. Herce es director asociado de Analista Financieros Internacionales (AFI) y preside el Foro de Expertos del Instituto BBVA de Pensiones. Aunque no comparte una visión tan catastrofista, sí reconoce que hay cosas que hacer y que todos los jubilados deben tener unos ingresos mínimos garantizados.
En esta especulación urge preguntar por la relevancia del voto pensionista en las políticas futuras. Este segmento poblacional es constantemente objeto de seducción, tanto en tiempos de crisis --fueron el sector demográfico que menos sufrió los recortes-- como de bonanza --la subida de las pensiones fue la clave para la aprobación de los últimos presupuestos.
En España hay nueve millones de jubilados en España con derecho al voto. Además, presentan la menor tasa de abstención por franja de edad. Y todo indica que, en el futuro, cada vez serán más.
Para Herce, esta presión gerontocrática no tiene por qué crecer a largo plazo a pesar del envejecimiento. Para ello, pone una condición: que la edad de la jubilación se atrase al mismo ritmo que la esperanza de vida y el número de pensionistas se mantenga en proporción estable.
Sobre la viabilidad de las pensiones, lo tiene claro: "Yo no favorecería soluciones para que los niños de hoy sigan teniendo que pagar ellos solos las pensiones de generaciones pasadas más numerosas. Esa carga habrá que soportarla más ampliamente". Herce propone el uso de esquemas mixtos en los que una pata fuera la solidaridad generacional y la otra, la solidaridad con uno mismo, con medidas transitorias hasta llegar a un escenario estable de este tipo.
Más que la baja natallidad, la preocupación de Herce radica en que muchas parejas "no pueden tener los hijos que solventemente desean tener". Una situación que sólo puede desbloquearse favoreciendo la conciliación con leyes y recursos.
- EN CASO DE QUE CAYÉRAMOS BAJO UN YUGO TIRÁNICO, EN UNA SOCIEDAD ENVEJECIDA LA CAPACIDAD DE LIBERARNOS SERÍA MENOR
Alejandro Macarrón Larumbe, director de la fundación Renacimiento Demográfico
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Según la obra de Macarrón Larumbe, nuestra ruta inexorable hacia el envejecimiento podría cambiar incluso nuestra forma de pensamiento colectivo. Por regla general, la historia ha demostrado que la población mayor busca estabilidad y no gusta de revoluciones y grandes cambios. Es pacífica, con un mucho menor índice de delincuencia que el registrado en la población joven. Una visión vital que plantea un interrogante amenazador: qué sucedería si hay que luchar o si nuestra forma de gobierno dentro de 50 años no fuera democrática. "En caso de que cayéramos bajo un yugo tiránico, la capacidad de liberarnos sería menor", alerta Macarrón Larumbe. "Esa lucha siempre exige arrojo y un idealismo propio de la juventud".
Los factores sociodemográficos dirimen revoluciones y guerras. Inclinan balanzas en la Historia. Por ejemplo, los votantes de edad avanzada fueron decisivos en el referéndum del Brexit. En la Alemania nazi había una gran población joven nacida del boom previo a la I Guerra Mundial. Y las primaveras árabes surgieron en sociedades rebosantes de juventud.
Para el filósofo y escritor Santiago Alba Rico, Europa vive desde 1968 en una era post revolucionaria, punto de inflexión de una regla histórica de cambio en la que la juventud jugaba un papel central tanto en el Mayo parisino como en la Primavera de Praga. "El modelo consumista dominante, incluso en las crisis, está pensado para niños y viejos: para que los primeros no dejen nunca de serlo y para que los mayores no añoren la juventud", apunta. El resultado sería que cada vez será más difícil realizar cambios estructurales y más fácil aceptar la pérdida de derechos.
El problema de hablar de edades es que resulta difícil agruparlas en grupos más allá del cálculo estadístico. Uno se pregunta qué es ser viejo y no tiene una respuesta clara al margen del calendario, el chequeo médico y de que una señorita un día le ceda su asiento en el autobús. Así resulta aún más aventurado especular lo que será ser viejo en el futuro.
Una pregunta difícil, especialmente si desconocemos el desarrollo tecnológico y sanitario de las próximas décadas. Lo que está claro es que no era lo mismo cumplir 65 años en 1918 que en 2018. Medir cómo será nuestra capacidad física e intelectual en 2068 es muy arriesgado. Si alcanzamos a vivir los 100 años, ningún sistema podría asumir jubilaciones de 35 años y por tanto nuestra vida laboral se extenderá y durará 60 o 70 años, hasta convertirnos en octogenarios con nómina.
A lo largo de los últimos dos siglos la esperanza de vida se ha elevado a un ritmo de más de dos años por década. De acuerdo con tal progresión, Lynda Gratton y Andrew Scott, autores de La vida de 100 años (Ed. Abante) auguran una vida laboral con muchas más etapas, con más transiciones de las actuales entre formación, empleo y jubilación.
Desde sus inicios, el ser humano ha soñado con la longevidad, quizás la forma física y torpe de rozar la inmortalidad. Matusalén ya vivió, según la Biblia, 969 años. El sueño se está haciendo realidad, aunque aún no sabemos si vamos a saber digerirlo.
http://www.elmundo.es/papel/futuro/2018/07/05/5b3cabd0468aeb9d468b4593.html
Pienso que la población de España disminuirá mucho pero no vamos a ver un futuro negro como en una distopía donde los hijos sean una rara ocurrencia de la naturaleza.
Quizás además de una menor población, el cambio sea étnico: más porcentaje de africanos, asiáticos o hispanoamericanos, pero no tanto que los españoles nativos nos sintamos fuera de sitio como si estuviésemos en un país extranjero.
Dentro de cincuenta años muchos usuarios del foro seguiremos vivos y podremos comprobarlo.