#220 Cómo se nota que no habéis leído el libro que tanto, sin saberlo quizás (habréis leído 2 o 3 noticias de periodistas sobre este) citáis xddd.
Hubo fraude como en absolutamente todas las elecciones hasta la fecha, pero como se ha demostrado, y lo hacen en ese libro que la prensa de derechas tanto cacareo, no el suficiente como para cambiar los resultados.
Y bueno, teniendo en cuenta que el precedente en cuanto a votaciones era el Encasillado (dirigido por el ministro de Gobernación), no es una locura afirmar que aquellas debieron ser de las elecciones más limpias hasta la fecha en la historia liberal española, sin contar las precedentes de la propia República.
¿Cuál es el problema? Que prensa y jetas han sesgado un libro bastante bueno. Pero eso se ve incluso en este foro, donde alguno que va de entendido (sin saber absolutamente nada) dice que los que mataron a Sotelo iban a por no sé qué carlista, cuando en realidad buscaban a Gil Robles xd.
En este texto, que es un análisis de "Fraude y violencia en las elecciones del 36" (creo que se llamaba así el libro o algo por el estilo), Moradiellos explica lo que yo he comentado más arriba:
https://www.revistadelibros.com/discusion/las-elecciones-generales-de-febrero-de-1936una-reconsideracion-historiografica
Si en vez de leer a periodistas acudieseis a la fuente o a historiadores que manejen esos datos, no os tomarían el pelo. Adjunto extracto donde se analiza lo expuesto en la obra:
Manuel Álvarez Tardío y Roberto Villa García han escrito un libro de historia bien fundamentado en investigaciones primarias, que resulta crucial para conocer las circunstancias de las elecciones generales de febrero de 1936, sin lugar a dudas. Y dejando aparte las reservas y matices que cabe legítimamente hacer a algunas de sus perspectivas, focos de análisis o argumentaciones explicativas, como en cualquier otra obra histórica, que es siempre revisable y mejorable, lo cierto es que su trabajo tiene poco que ver con las reverdecidas denuncias derechistas de fraude general e invalidez total de la victoria del Frente Popular en aquellas fechas. Por eso yerran las críticas apriorísticas del estudio surgidas desde perspectivas historiográficas o mediáticas próximas a las izquierdas en su pluralidad: su obra no es un «nuevo intento para legitimar el golpe de Estado contra un Gobierno democrático» (Agustín Moreno) y nada autoriza a pensar que sus autores tengan como objetivo «la justificación del 18 de julio» (Espinosa Maestre). De hecho, según mi leal y siempre falible saber y entender, cabe extraer una serie de conclusiones y deducciones de este libro que así lo demuestran:
1) La violencia durante la campaña electoral fue significativa y persistente, revelando el grado de tensión político-ideológica registrado en la sociedad española de entonces. Pero no tuvo la envergadura ni la intensidad suficiente para alterar gravemente el desarrollo normal del proceso electoral en su conjunto. Hubo, así pues, casos de violencia episódica recurrente, pero también una mayoría sustancial de conductas cívicas regulares y competencia libre y equilibrada entre alternativas políticas diferenciadas, como corresponde a una consulta democrática válida.
2) El fraude en el proceso de escrutinio de los votos fue claro y probado en distinto grado en varias circunscripciones (al menos ocho del total de sesenta) y tuvo su efecto distorsionador en la distribución final de escaños parlamentarios (menos de los cincuenta señalados por Alcalá Zamora y quizás entre los treinta y seis-cuarenta apuntados por Álvarez Tardío y Villa García). Pero no hubo fraude generalizado y orquestado (un atisbo de «pucherazo» general y sistémico) y el triunfo del Frente Popular fue principalmente producto de la mayor movilización de sus votantes a la hora de acudir a las urnas y del efecto de un sistema electoral hipermayoritario en la distribución de escaños, aun cuando su mayoría parlamentaria final fue de hecho amplificada muy sensiblemente por esos episodios localizados de fraude.
3) El acceso al poder del nuevo Gobierno de Frente Popular presidido por Manuel Azaña desde la tarde-noche del 19 de febrero fue un fenómeno excepcional y sorprendente y sólo comprensible en el contexto de emergencia creado por la deserción y huida del Gobierno de Portela Valladares y la movilización de las masas frentepopulistas, que reivindicaban la puesta en práctica del programa electoral del triunfador. Pero no fue un golpe de Estado, ni violento, ni armado, ni electoral, porque Azaña fue nombrado por el presidente de la República, que tenía competencias para ello y consideró todas las alternativas posibles antes de tomar su decisión y después de consultar con los partidos pertinentes.
4) La labor del nuevo Gobierno de Azaña no se limitó a ser la de un Ejecutivo de gestión interina hasta la terminación del proceso electoral con vistas a rendir cuentas de su tarea ante las nuevas Cortes. Fue también un Gobierno del Frente Popular que comenzó de inmediato, antes de tener los resultados definitivos, a aplicar el programa electoral pactado, en buena medida con el apoyo expreso (como es el caso de la aprobación de la amnistía política) de todos los partidos con representación en la Diputación Permanente de las Cortes disueltas (incluyendo los votos de la CEDA y de los monárquicos autoritarios). Y fue así porque la misma situación de emergencia («situación revolucionaria», en palabras clásicas de Santos Juliá) no permitió encontrar otra salida constitucional efectiva.
5) La gestión política del Ejecutivo de Azaña tras las elecciones consiguió cauterizar en pocos días el peligro de un desbordamiento revolucionario con medidas enérgicas y con el apoyo de las propias derechas, reconduciendo constitucionalmente los desafíos planteados, y a pesar de los amplios brotes de violencia registrados. Sin embargo, esa encomiable y necesaria cooperación transpartidista se frustró posteriormente en la discusión de las denuncias de fraude en la Comisión de Actas, generando una ruptura política ya casi insalvable en el mes de abril de 1936, cuando otros problemas y desafíos estaban generando una nueva crisis social e institucional de mayor calado.
En definitiva, y para concluir, la lectura del libro comentado ofrece perspectivas novedosas e información relevante sobre todo ese proceso. Pero no ofrece material probatorio para impugnar el hecho cierto de que hubo unas elecciones básicamente limpias y un resultado claro en forma de victoria electoral del Frente Popular, aunque no fuera con la mayoría abultada que finalmente se proclamó de manera oficial. En otras palabras: en febrero de 1936 no hubo golpe de Estado del Frente Popular (Pablo Gea Congosto), ni su triunfo fue resultado de una combinación de violencia y fraude generalizados (César Vidal), ni sus «manejos» robaron a las derechas su clara victoria electoral (Alfonso Bullón de Mendoza), ni su triunfo fraudulento y viciado por la violencia sirve de justificación del 18 de julio como mera reacción defensiva (Juan Robles). Todo lo contrario. Hay que recordar que lo que finalmente acabó con la democracia republicana, a la postre, no fue una revolución prohijada por las autoridades frentepopulistas, que destruyeron así internamente la pacífica normalidad constitucional (lo que, por cierto, evitaron entre el 19 y 20 de febrero). Lo que terminó con ella fue un golpe militar de perfil reaccionario que tenía en su punto de mira letal tanto el peligro de revolución social como la evidencia de la reforma democrática gubernativa en acción resuelta e imparable. Olvidar estas circunstancias es sumamente peligroso desde el punto de vista histórico. Casi tanto como desde el punto de vista cívico.
El libro, que es el más novedoso y bastante bueno (se nota que viene de historiadores serios, pese a su marcado cariz conservador), cuando salió fue utilizado de manera torticera y bastante soez por la prensa, y de ahí estos lodos xd. El texto concretamente es este:
https://www.amazon.es/Fraude-violencia-elecciones-Popular-colecci%C3%B3n/dp/8467049464
Muy citado; poco leído fuera de los círculos académicos.
Y bueno, viendo en qué se ha convertido el hilo, dos bandos de personas ignorantes en el tema echándose mierda (aunque sean los menos, así que no "darse" por aludidos), yo me bajo del hilo.