#899 Fue el dominio de las élites comerciales y políticas vasco-catalanas lo que provocó el atraso económico a través de la monopolización económica y política, el desequilibrio territorial, la falta de competitividad, de inversión y productividad de su industria, su dependencia exterior, y su exigencia de un mercado subdesarrollado y protegido a partir de la pérdida de América, lo que demuestra su fracaso.
Fue el mantenimiento de los fueros y códigos medievales, en Cataluña primero y después en Vasconia (las guerras carlistas), lo que impidió una igualdad fiscal, económica y político-militar. Localismo motivado por el beneficio político y económico que les proporcionaba una unión a la que ellos apenas aportaban nada y exigían mucho.
Esto produjo un Estado débil, una burocracia paralizada, una crisis fiscal permanente y una soberanía estatal cuestionada. El dominio político de las oligarquías locales se transformó en caciquismo con la llegada de los partidos, comprometiendo la modernización y recuperación de España en el siglo XX.
Las Compañías fueron la primera obra conjunta de la naciente burguesía urbana vasca y catalana formada por la élite de los negocios enriquecida con el comercio americano, y su monopolio fue la causa directa de la acumulación de capitales que permitieron la industrialización (mediocre y falta de dinamismo) durante el siglo XIX, para sustituir las importaciones agrícolas.
Una clase mercantil formada por banqueros, financieros y comerciantes al mayor que dominaron no sólo el tráfico comercial sino la mayor parte de la vida económica a partir del siglo XVIII. La red burocrática que tejieron los cargos locales y estatales copados por las élites terratenientes y comerciales y sus conexiones familiares, al servicio de sus propios intereses familiares y de grupo social, les dieron además el control político para enfrentarse a las medidas reformistas del Estado.
La administración de entonces se basaba en numerosos procesos de negociación con cientos de señoríos, terratenientes, ciudades forales e instituciones religiosas que ocasionaban un auténtico atasco y fragmentación administrativos. Hasta el siglo XX y a pesar de la reforma provincial del siglo XIX, los funcionarios provinciales no tuvieron ninguna autoridad.
Además se otorgó el monopolio de la Real Compañía de Barcelona para el área del Caribe, y la Guipuzcoana para Venezuela, por orden del rey Felipe V, el primer Borbón, contra el que algunos habían combatido en Cataluña durante la guerra de Sucesión.
Durante estos siglos han bloqueado el progreso político, acaparado el bienestar económico y los avances sociales y provocado el atraso del que, con absoluto cinismo, nos acusan al resto de españoles y a las instituciones españolas