#32 Hablas de trascender a la humanidad mediante el progreso, y planteas eso como objetivo final. La verdad es que es lo más interesante que he leído por aquí.
Me imagino el día en el que dejemos de ser humanos, o dejemos de morir. Pero siempre tendremos el temor de estar en la misma situación, en una agonía prolongada pero exactamente igual que la anterior.
No hay ninguna religión que hable del progreso como meta. La meta siempre es un juicio de valor sobre tu vida, una prueba constante que se resolverá en el juicio del día de tu muerte.
El juicio de Osiris era el acontecimiento más importante y trascendental para el difunto, dentro del conjunto de creencias de la mitología egipcia.
En la Duat, el espíritu del fallecido era guiado por el dios Anubis ante el tribunal de Osiris. Anubis extraía mágicamente el Ib (el corazón, que representa la conciencia y moralidad) y lo depositaba sobre uno de los dos platillos de una balanza. El Ib era contrapesado con la pluma de Maat (símbolo de la Verdad y la Justicia Universal), situada en el otro platillo.
Mientras, un jurado compuesto por dioses le formulaba preguntas acerca de su conducta pasada, y dependiendo de sus respuestas el corazón disminuía o aumentaba de peso. Thot , actuando como escriba, anotaba los resultados y los entregaba a Osiris.
Al final del juicio, Osiris dictaba sentencia:
Si esta era positiva su Ka (la fuerza vital) y su Ba (la fuerza anímica) podían ir a encontrarse con la momia, conformar el Aj (el "ser benéfico" ) y vivir eternamente en los campos de Aaru (El Paraíso en la mitología egipcia).
Pero si el veredicto era negativo, su Ib era arrojado a Ammyt, la devoradora de los muertos (un ser con cabeza de cocodrilo, piernas de hipopótamo y melena, torso y brazos de león ), que acababa con él. Esto se denominaba la segunda muerte y suponía para el difunto el final de su condición de inmortal; aquella persona dejaba de existir para la historia de Egipto.
El difunto tenía que cumplir varios requisitos para que este veredicto fuera favorable: sólo lo merecía aquél que podía presentar una conducta intachable. Las oraciones del Libro de los Muertos, además de servir para mostrar a los dioses un relato de vida sin faltas, eran una propuesta de comportamiento moral:
“No he cometido iniquidad respecto de los hombres; no he matado a ninguno de mis parientes; no he mentido en lugar de decir la verdad; no tengo conciencia de ninguna traición; no he hecho mal alguno; a nadie he causado sufrimiento; no he sustraído las ofrendas a los dioses...”
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