Han fundido los circuitos del ciudadano con un exceso de información, contrainformación y desinformación hasta el punto de que se ha perdido la perspectiva, la capacidad de ver qué es realmente grave, incluso la capacidad de saber qué ha ocurrido exactamente entre tantas versiones y mentiras.
Y destruir la capacidad crítica del ciudadano, que en base a ella debería de dirigir también su voto, es un torpedo a la línea de flotación del mismo sistema democrático. Así no funcionamos y no nos dirigimos a ningún sitio bueno.
Existen tantas versiones de los mismos hechos que cada ciudadano puede vivir en la misma realidad y tener un relato de la actualidad política prêt-à-porter, opuesto e incompatible al del vecino.