A día de hoy la educación está para formar robots en masa, seres obedientes que no se atreverán a cuestionar nada de lo que se les está inyectando en las (j)aulas -tanto en la educación pública como privada, ya que son dos caras de la misma moneda que es la educación mercantilizada-. No ya porque exista una autoridad pedagógica que decida qué conocimientos son válidos o inválidos, sino porque hay un auténtico proceso de vampirización de la creatividad, el pensamiento disonante y además es obligatorio, monopolizado por el pedagogo subnormal de turno que intentará extirpar de raíz cualquier fallo o cualquier error, por mucho que hayan llegado a él los alumnos mediante el pensamiento y la crítica, todo con tal de formarles para ser obedientes ciudadanos. La pedagogía debe ser libre y voluntaria, los niños deben formarse en lo que ellos prefieran, y sólo recurrir al pedagogo si ellos lo consideran necesario, como una herramienta más. No hay otra forma de convertir la educación en algo placentero y no aburridamente opresivo.
Y esto se extiende a todas las esferas, miremos las carreras universitarias: Sólo existe educación si es productiva, mercantilizable -por tanto se forma a la gente para convertirla en profesional y no en personas autónomas capaces de pensar por sí mismas-, y por eso existe una auténtica persecución a aquellas disciplinas que son radicalmente improductivas -como puede ser el pensamiento político y la teoría, o las filologías, que llevan años en el punto de mira para eliminarlas dado que son lo más improductivo que existe, y el conocimiento que se les proporciona no da para convertirles en imbéciles integrales-. No existe educación si ésta no es productiva. Y esto es una situación intolerable.
Os adjunto un video de un anti-pedagogo muy interesante y cachondo, vale la pena.
#9 Creo que lo entiendo. Ya que el Estado adoctrina a los niños, la solución es que todas las empresas tengan el mismo derecho para adoctrinarles según sus preferencias. Muy coherente, un ejemplo de pedagogía radicalmente libre.