En mala recepción, digo que decía Ortega y Gasset, en su el hombre masa, que el involutivo desprestigio en el que ha caído ( tesis por demás de cualquier tiempo pasado fue mejor) la sociedad general y sus instituciones más democráticas, se debe a un malogramiento paralelo y directivo del hombre medio.
El hombre medio no lee, no reflexiona, es una concha, una cáscara, un consumidor de tortilla fría y reposiciones televisivas, cerveza de 0,20 céntimos. Pero, si una cosa define a este hombrecillo degradado, es que encima, tiene el descaro de enjuiciar el mundo, de criticar lo que desconoce y postular sobre lo que no sabe, con su caudal intelectual y emocional paupérrimo y moliente.
Que el hombre masa ( es decir, el sujeto de a pie, el estadístico) es un hombre inculto, una tierra sin cultivo, un yermo un páramo, o mejor, un descampado infecto de retales de construcción, cemento cuarteado, plástico, y las mismas latas ya vacías de cerveza; no es nada sorprendente. ¿Qué esperábamos? La elitización de la muchedumbre? Su dotación inicial pudo ser lo contrario a parva, básica. Remontó, en el fin de siglo, por las escaleras fatales del sistema, ya automatizadas, y recaló en un mundo cambiante y burbujeante, lleno de inflaciones y depresión. Un currante.
Ve cremar su haber interno por el justiprecio con el que el organizador de los recursos expropia su corriente energética. Y se va a casa y es ante todo un pagador de facturas, un hombre del más allá, no hay para él posibilidad, son muchas sirenas en un mar que por demás que ha perdido su brillantez.
Aquellos que descollaron, no ya en la
realización de un éxito tangible en cualquiera de sus representaciones, necesitaron del hombre masa para su carrera. Dejémosle al menos, el privilegio que Ortega les arrebató. Que sea todo hecho a su imagen y semejanza, que su quincuagésima novena destilación tenga a penas la traza de un nervio o una sangre, poca importa. Sea el sistema a su medida, espejo y flecha lanzada al aire.
Se postula aquí la idea contraria. No, no ha sido el hombre masa el que con su pertinaz vociferación y sus modos persistentes ( desidia, mala borrachera, dolor de espalda, griterío, droga sin calidad,) ha construido con mano interpuesta un sistema ( el político común de hoy frente al ilustrado del siglo anterior, culto y ético, el excelente maestro de antaño, sabio y demiurgo frente al jovencito opositor actual, por demás otro hombre masa con CAP ) que es los pies de barro de la estatua de Nabucodonosor. En absoluto ha sido su culpa, sin que sea esto un llamado a la indolencia o a la auto conmiseración.
Antes un pronóstico. Esta inercia, que en el transcurso de dos décadas se ha visto exponencialmente acrecida, continuará creciendo hasta que se produzca nuevamente un conflicto limite de la personalidad. Que por alguna suerte de oportunidad comparativa, el hombre masa, alce la vista y se vea a si mismo como un hombre estafado. Cada uno buscará su gongo. El remedio no es otro que el denodado cultivo de las artes y las ciencias, con serena y alegre reflexión diaria, bajo los auspicios de principios y una ética humanitaria, orientada al servicio general y espoleada por el goce y el disfrute del desvelamiento o la aletheia.
Sería preferible directamente el TAO, pero allí donde no hay TAO el hombre comienza a hablar de la virtud. Se sabe lo que pasa luego, allí donde no hay virtud el hombre empieza a hablar de patriotismo.
El hombre masa no se hace, lo hacen. Si el hombre masa existe hoy día, se debe exclusivamente a los condicionamientos creados ex profeso por los grandes sistemas.
No es su culpa, no debe sorprendernos que un domingo a las 19:30 de la tarde haya una cola kilométrica al lado de un McDonald's ( casa oficial de comidas del hombre masa ) no, el hombre masa no puede luchar contra la brujería y las oscuras artes que se han conjurado en el diseño de la conocida marca. Sencillamente no puede resistirlo, irá allí y comerá su mediocre carta con cochina delectación. Y le gustará.
El hombre masa es un constructo.