#24 No, hay un libro que lo explica, Fariña. También hay más anécdotas:
A finales del siglo XIX el buque inglés Chamois encalló cerca de Laxe. Cuentan que un vecino se acercó en su bote de pesca a socorrer a la tripulación, y cuando llegó le preguntó al capitán si necesitaba ayuda. El capitán pensó que le estaban preguntando por el nombre del barco y respondió: Chamois. Se produjo entonces un maravilloso cortocircuito fonético entre el marinero inglés y el paisano de la Costa da Morte. El mariñeiro entendió que el buque portaba bueyes (bois, en gallego) y dio súbito el aviso. En pocos minutos cientos de vecinos asaltaron el barco con cuchillos y hoces dispuestos a dar buena cuenta de los bueyes, ante la mirada aterrorizada de la tripulación inglesa.
El Priam acabó atascado en Malpica en la misma época. Las cajas llenas de relojes de oro y plata se desparramaron por la playa y desaparecieron en cuestión de horas. También apareció un piano de cola en la arena, y los vecinos, creyendo que era una caja todavía más grande, lo destrozaron a machetazos. No habían visto algo así en su vida.
La popular historia del Compostelano no es estrictamente la de un naufragio. Entró en la ría de Laxe en una maniobra perfecta, y cuando estaba llegando a la costa, embarrancó de forma limpia en un banco de arena de la playa de Cabana. Cuando los vecinos accedieron al barco, se encontraron con un gato; no había tripulación.
Una de las peores tragedias que se recuerdan tuvo lugar en 1890, cuando el buque inglés Serpent naufragó en Camariñas y murieron sus 500 tripulantes. Están enterrados en el llamado cementerio de los ingleses, un pintoresco camposanto en medio de un espectacular paisaje de playas y acantilados. Veinte años antes había hecho aguas el Captain, frente al cabo de Finisterre, dejando la costa sembrada con 400 cadáveres.
El horror de los naufragios no siempre tenía forma de cuerpos ahogados. En 1905, el Palermo, cargado de acordeones, se hundió frente a Muxía. Cuentan que esa noche del mar brotó una espectral música que aterrorizó a los vecinos.
En 1927 el Nil encalló cerca de Camelle repleto de máquinas de coser, telas, alfombras y piezas de coche. Nada más embarrancar, la naviera contrató de urgencia un servicio de seguridad privada para proteger la carga. De poco sirvió: en pocos días los vecinos rapiñaron toda la mercancía. Por cierto, el Nil portaba también cajas de leche condensada. La historia afirma que los vecinos no habían visto leche condensada en su vida y la confundieron con pintura. Dieron una buena mano a sus casas y la invasión de moscas adoptó forma de maldición bíblica.
Más allá del recuerdo de los lugareños está el escalofriante naufragio, en 1596, bajo una tormenta perfecta, de 25 barcos de la Armada Española. Más de 1700 personas murieron ahogadas. Las crónicas de la época dibujan un cuadro de terror, con los fogonazos de los relámpagos iluminando una escena de cadáveres, restos de barcos y supervivientes gritando antes de hundirse en las olas.
La lista es demasiado larga. Tanto que en la Costa da Morte se mide el tiempo en naufragios: el año del Casón (que obligó en 1987 a evacuar Muxía ante la sospecha de que transportaba productos químicos peligrosos), el año antes del Prestige, después del Serpent. Y así van cayendo los buques del calendario.