Los beneficios de la leche siempre han sido exaltados por los profesionales médicos y nutricionistas. De ella se ha dicho que es uno de los alimentos más nutritivos y completos, entre cuyas propiedades se encuentran proteínas, carbohidratos, fosforo, potasio, calcio o vitaminas A, C y B12. Sin embargo, en los últimos tiempos se ha roto este consenso y cada vez son más las voces críticas que alertan sobre los supuestos perjuicios de consumir leche. Aunque los argumentos en contra son diversos y diferentes, todos parten de la misma premisa: la leche es para los lactantes y no para los adultos.
En Estados Unidos estas controversias se iniciaron en la década de los 60 y a día de hoy incluso existe un potente lobby, el Physicians Committee for Responsible Medicine (PCRM), que tiene como principal objetivo concienciar a las administraciones y la población en general de que la leche es nociva para la salud. Su última iniciativa para desmontar lo que consideran un mito construido sin fundamento ha sido una petición al Gobierno norteamericano para que retire la leche de los comedores escolares.
Para este grupo de médicos la creencia de que la leche fortalezca los huesos de los niños en edad de crecimiento es falsa y hasta la definen como un placebo ineficaz: “Tomar tres vasos de leche al día no aporta la cantidad mínima recomendada de calcio, un objetivo que sí se alcanza con otros alimentos más nutritivos”. En la documentación remitida a los responsables del National School Luch Program argumentan que las proteínas y el calcio de la leche de origen animal son difícilmente asimilables por los seres humanos, ya que estaría biológicamente concebida para amamantar a los animales de la misma especie. A continuación relatamos otros de los argumentos por los que se cree que la leche es nociva.
Alto contenido en calorías y grasas saturadas. El presidente del Physicians Committee for Responsible Medicine, Neal Barnard, explicaba en una entrevista a The New York Times que la leche y sus derivados lácteos contienen un alto contenido en grasas saturadas, cuyo consumo excesivo podría provocar diabetes de tipo 1. Según Barnard, este alimento contiene la misma cantidad de calorías que las bebidas isotónicas.
Grandes porcentajes de intolerancia a la lactosa. La lactosa es un tipo de azúcar que se encuentra en la leche y sus derivados. Para digerirla adecuadamente se necesita tener en el intestino la suficiente cantidad de una enzima llamada lactasa. Su deficiencia es algo habitual en muchas poblaciones del mundo, especialmente entre los asiáticos. En España se estima que la intolerancia a la lactosa afecta a una de cada tres personas, con mayor o menor grado de rechazo. Como sustituto se consume, además de quesos y yogures, la leche de soja. Sin embargo, ésta también tiene sus consecuencias negativas al producir una acidez entre cinco y seis veces mayor de lo habitual, lo que puede provocar placas bucales y caries, según se recoge en un estudio publicado en el Journal of Dentistry.
Aditivos químicos. Las explotaciones intensivas usan habitualmente piensos para alimentar a las vacas que contienen hormonas de crecimiento y antibióticos. Otros de los aditivos, que le dan un aspecto más blanquecino y cremoso, están relacionados con los problemas de acné, alergias o inflamaciones, según el PCRM.
Alergias. Sólo en Estados Unidos hay unos tres millones de niños alérgicos a la proteína de la leche de vaca (APLV). Las reacciones pueden ir desde leves vómitos hasta consecuencias mucho más graves para salud, como arritmias y colapso vascular.
No contribuye al fortalecimiento de los huesos. El nutricionista y columnista del Times Mark Bittman, apuntaba en uno de sus artículos de opinión que la leche no evita la falta de calcio en los huesos y antepone otros remedios para sortear la osteoporosis como el ejercicio físico y la obtención de vitamina D mediante la exposición a los rayos solares. Además, concluye que hay que cambiar la mentalidad porque si se consume leche no debe ser por sus beneficios para la salud, sino por el placer gustativo. El estudio Vitamin D, Calcium, and Dairy Intakes and Stress Fractures Among Female Adolescents, publicado el pasado mes de marzo en la revista científica Archives of Pediatrics & Adolescent Medicine, concluye que ni el calcio ni el consumo de lácteos está asociado a un descenso del riesgo de producirse fracturas de hueso. Estos mismos resultados se obtuvieron en la investigación Calcium, vitamin D, milk consumption, and hip fractures: a prospective study among postmenopausal women de la American Society for Clinical Nutrition que, tras analizar a más 72.000 mujeres, descubrió que las consumidoras de leche no eran menos propensas a sufrir fracturas de caderas que el resto.
Desde el PCRM argumentan que la cantidad de calcio absorbida por el cuerpo no solo depende de los alimentos, sino de una variedad de factores, como los genes, la cantidad de vitamina D recibida, el sedentarismo, y otras influencias dietéticas ya que las proteínas de origen animal, el sodio y la cafeína evitan la absorción de calcio. En caso de que sea indispensable un complemento de calcio, recomiendan otros alimentos “más saludables”, como los frijoles, el tofu, el brócoli, la col rizada, los cereales o el zumo de naranja.
Prevención de enfermedades
Los estudios que defienden las propiedades nutricionales de la leche son múltiples y variados. Uno de los últimos y más completos, Drinking flavored or plain milk is positively associated with nutrient intake and is not associated with adverse effects on weight status in US children and adolescents, remarca la necesidad de introducir la leche en la dieta de niños y adolescentes, pues de lo contrario sufrirían la falta de aportes vitamínicos y minerales. El profesor de Pediatría en el Albert Einstein College of Medicine de Nueva York, Keith Ayoob, defiende que la leche debe formar parte de cualquier dieta equilibrada: “Es un error que los padres descuiden el consumo de productos lácteos en la alimentación de sus hijos, pues es fundamental para su crecimiento y no engorda como popularmente se dice”.
Estas y otras investigaciones han demostrado que el consumo de leche previene el raquitismo –por su alto contenido en vitamina D y calcio–, la artritis, la osteoporosis y demás problemas relacionados con la desmineralización de los huesos. Marion Nestle, profesora de Nutrición, Estudios Alimentarios y Salud Pública en la Universidad de Nueva York trata de cerrar el debate abierto sobre la conveniencia o no de mantener la leche en los menús escolares: “Es cierto que sus nutrientes se pueden encontrar en otros alimentos y que su consumo excesivo, como todo, puede ocasionar problemas, pero su función nutritiva está más que demostrada”.