#1 El cerebro no funciona así. No es un disco duro, no hay un soporte físico estable en el que puedas almacenar software sin alterar el recipiente. Toda tu experiencia sensorial, tus recuerdos, tus pensamientos, etc suponen cambios físicos en el hardware.
Una sinapsis que recibe estimulación frecuente tiende a "reforzarse", facilitando temporalmente la comunicación entre las dos neuronas que conecta. Si la estimulación prosigue, las estructuras químicas provisionales creadas para reforzar esa conexión se vuelven permanentes, y en adelante esas dos neuronas tendrán más probabilidades de dispararse juntas ante un estímulo similar. Si la conexión cae en desuso, esas mejoras son reabsorbidas y la conexión sináptica se vuelve menos sensible. Agrega miles de millones de conexiones haciendo lo mismo, "memorizando" combinaciones de impulsos y consolidando las que más se usan, y te sale la maravillosa máquina de leer patrones con la que estás descifrando este texto.
Esto simplificando muchísimo, pero es para que veas que la arquitectura de un cerebro es mucho más complicada que un disco magnético con unos y ceros grabados de acuerdo con un lenguaje de programación. Para inducir pensamientos o grabar conocimientos directamente en el cerebro de una persona necesitarías conocer la configuración exacta de su cerebro, con todas sus conexiones y ramificaciones al detalle, y luego inducir cambios en las sinapsis a escala molecular.
No es nada obvio cómo hacer eso sin matar al paciente, y si supiéramos, sería lo de menos. Llegados a ese punto de sofisticación tecnológica podemos crear un cerebro simulado sin las restricciones de tamaño de una cavidad craneal, enseñarle todo lo que queramos y ponerle a trabajar para nosotros en una simulación con el tiempo acelerado 1000x respecto al mundo real mientras nuestros hijos se dedican al juego o a la vida contemplativa, y acabamos antes.