#64 #76 El escepticismo está bien, pero emborracharse del mismo puede llegar a cegar a uno.
Está claro que decir "que hemos desgranado la fórmula de la creatividad" sería soltar una gilipollez como un piano. De hecho, voy un paso más allá y afirmaré rotundamente que, por supuesto, estamos lejos de crear IAs que puedan expresar tanto con la música como lo han hecho grandísimos artistas de la historia. Véase por ejemplo Pink Floyd, con su increíble gama de sonidos, la guitarra con sus vibratos súper definidos otorgando una profundidad a las notas brutal. La profundidad de su música es fruto de grandes artistas, con sus preocupaciones y sus rayadas personales, de "vida humana", unido a gran conocimiento de la música y vete a saber si ha habido alguna sustancia graciosa de por medio que ayude (me atrevo a decir que sí). Algo así podría darse como ejemplo de lo que es "gran música humana".
Ahora bien, si a día de hoy seguramente no podamos crear música así artificialmente, ¿quién nos dice que en un futuro -bastante próximo- no? Precisamente ManOwaR dijo una frase que, creo que sin darse cuenta, juega totalmente en nuestra contra como seres humanos:
Existe tal cantidad de variables, incluidas la influencia del estado de animo del compositor, que es literalmente imposible a menos que emulen al 100% un cerebro humano en un microchip.
La fuerza de una IA con respecto a su homólogo humano a la hora de desempeñar una tarea, radica precisamente en su habilidad para cotejar grandes cantidades de variables y hallar patrones entre sí, a una velocidad que un ser humano no puede alcanzar, ya no sólo por motivos técnicos, sino por imposibilidades físicas (pues no comparemos la velocidad de transferencia de los neurotransmisores, con los electrones en un bus). El método seguido es increíblemente similar, esto es, pura estadística bayesiana.
Sucede que el reto aquí se encuentra en la arquitectura que se construya para que estas neuronas interconectadas sepan qué tienen que hacer si quieren expresar algo más complejo en la música que meras escalas armónicas y ritmos. Para algo así primero deberemos otorgar una cierta identidad a la máquina, cosa que ya se puede hacer: ya existen bots con identidad que tienen cierta capacidad de decisión y de gustos propios, todo esto definido a través de heurísticas y sesgos y discriminar la información en base a ciertos patrones. Si cogieses a uno de esos bots y le permitieses pseudoaleatoriamente escoger un tema determinado sobre el que hacer una canción, y alimentas una ANN diseñada para hacer música con él, y asimismo le proporcionas mecanismos de abstracción para intentar plasmar un mensaje textual en una composición musical, la IA podrá a su antojo construir un gran número de canciones en corto tiempo y escoger aquella que, bajo sus criterios definidos en ese momento por esa pieza que desea crear, es la mejor, la que menor margen de error tiene para sus fórmulas de validación.
Todo esto es complejo y seguramente se tarde en hacer, pero a dónde intento llegar es que la base de todo esto, ya existe y ya la estamos usando para chorrocientos mil temas distintos, y no tiene pinta de que vaya a hacer falta ningún otro "componente esencial" más (que podría, pero por ahora no lo parece).
La creatividad muchas veces no es más que "ruido" aplicado a funciones matemáticas, no es más que una interpretación del autor de cómo una creación va ligada a un letmotiv determinado. Construye las apropiadas arquitecturas de ANN con lo que tenemos, bríndales un condicionamiento determinado, dales una pequeña vida aunque sea simulada, y verás si eventualmente te construye piezas de increíble valor o no. Y aquí, todo aquel que siga emperrado en que el ingenio y creatividad humanas son inconmensurables e inalcanzables, estará cayendo ineludiblemente en la creencia de que los seres humanos somos divinos y estamos alejados de la materia que nos compone. Estará deificando nuestra consciencia cuando ésta no parece ser nada precisamente divino, sino como bien creen los neurocientíficos actuales, un jodido residuo.
Moraleja: hay que dejar de sentirse tan especiales, porque no lo somos, y visto el panorama, cada vez lo seremos menos. Y no tiene nada de malo. Más aceptar la realidad existencial y menos autodeificarse.