Tras leerme el libro Nacidos para correr, de Christopher McDougall, se me han planteado una serie de preguntas y reflexiones muy interesantes que quiero hacer extensivas al foro, y de paso dar a conocer sobre el pueblo tarahumara o rarámuri (La Gente que Corre en su idioma, indios nativos de la Sierra de Chihuahua, México).
El libro habla de un personaje misterioso pero real que creó y da nombre a un ultramaratón (80km) que se disputa desde hace unos años en las Barrancas del Cobre: el maratón Caballo Blanco. Este señor, ya entrado en años, murió en 2012 corriendo en Colorado al parecer por un golpe de calor. El autor se centra en el afán de Micah True aka Caballo Blanco por reunir un grupo de expertos y conocidos ultramaratonistas para competir contra los tarahumaras en su terreno. No por fama o prestigio, sino por sentir el placer de hacer algo para lo que se supone el ser humano ha evolucionado: correr para sentirte libre, y además hacerlo contra la gente que quizás sean los mejores corredores del mundo. O al menos los que lo hacen porque lo consideran su esencia.
Los rarámuri (bautizados como tarahumara por los exploradores españoles al preguntarles su nombre y no entenderles bien del todo) viven en un entorno tan hostil como las barrancas de la Sierra Madre, situada principalmente en Chihuahua, pero también Sinaloa (el estado narco por excelencia) y Durango. Hostil es por el clima y orografía que no perdona a los más débiles y apenas deja espacio para poder cultivar (frío y montañoso en la altiplanicie, húmedo y caluroso en el fondo de los cañones); pero también por ser zona de disputa entra grupos rivales del narco (se planta mucha marihuana) y además por lo difícil de salir adelante en un país que no te da facilidades por ser indio y querer seguir siendo fiel a tus raíces.
Bajada a la barranca de Batopilas
Los rarámuri empezaron a ser reconocidos entre los aficionados a correr cuando ganaron la mítica Leadville 100m (160km, más de 3000m de desnivel y a alturas de más de 3000m también) en EEUU. Con sus curiosos huaraches (unas chanclas cuya suela son neumáticos de coche), sus ropas de vivos colores y faldas blancas, estos indios delgados y fibrados se muestran imbatibles. Llevan el correr en la sangre tras milenios caminando y corriendo en un entorno que no perdona al débil, enfermo o con mala suerte; pero sobre todo porque para ellos es su forma de ser libres. Ganan carreras de gran resistencia por su férrea convicción mental y espiritual. A veces hacen carreras que duran una semana y rozan los mil kilómetros empujando una dura pelota de madera o caucho reseco que duele a cualquier pie no hecho desde niño a darle patadas. Se conocen como rarajíparis.
Porque el libro trata de eso: todos tenemos un tarahumara deseando correr dentro de nosotros, porque de hecho estamos diseñados perfectamente para ello. Se exponen modernas teorías de biólogos evolucionistas que apuntan a que el hombre empezó a ser hombre no precisamente caminando, sino corriendo: mataba sus presas no con flechas y lanzas (eso es relativamente moderno: homo sapiens y neandertal), sino de un golpe de calor en una carrera de resistencia (homo erectus). Los animales son casi cualquiera fácilmente más rápidos que nosotros, pero los humanos tenemos un sistema de refrigeración sorprendente (la sudoración) para poder seguir corriendo cuando un venado ya no puede porque su temperatura corporal se dispara. Nuestra posición erguida nos permite respirar libremente y sin que el avance al correr marque nuestro ritmo (un cuadrúpedo solo respira cuando se extiende), las piernas están perfectamente adaptadas para mantener la carrera por horas, nuestro ligamento de la nuca mantiene la cabeza bien erguida sin balanceos innecesarios... muchas cosas de nuestra fisonomía apunta a que somos animales más corredores que caminantes, y que nuestra sociedad se fundó en esos cimientos: la carrera por conseguir la presa. Se estima que en cuatro horas o menos (el tiempo de una maratón para un buen corredor), una gacela puede morir corriendo si el día es caluroso. Como lo era la África donde surgió el Homo Erectus.
Pero al parecer la vida moderna nos ha arrebatado eso: el gusto por correr, y con ello han aparecido muchas enfermedades relacionadas con el sedentarismo (obesidad, diabetes, afecciones cardiovasculares...) Tal vez incluso la depresión esté relacionada con esto, haber perdido nuestra esencia vital.
También se tratan otros temas interesantes, como por ejemplo el timo de las zapatillas de correr. Cuanto más amortiguas el pie, peor lo apoyas al no recibir éste la información adecuada sobre el terreno. Las lesiones deportivas en corredores han aumentado desde que en los años 70 Nike se popularizara entre los atletas. Entrenadores deportivos se han percatado que sus corredores se lesionan menos con calzado barato y de suela fina, que con caras deportivas de última generación de 300 dólares el par. Nuestros pies no necesitan nada para correr, están perfectamente adaptados a ello tras un millón de años. Pero nos hemos empeñado (o al menos los fabricantes de calzado deportivo) a hacernos creer que necesitamos algo que realmente no sólo nos es inútil, sino perjudicial. No será la primera vez ni la última...
¿Creéis que realmente somos un animal corredor en vez de caminante?
¿Hemos perdido la esencia vital al dejar de correr? ¿Y al hacerlo vamos directamente en contra de nuestra naturaleza humana?
¿Porqué se pone tan de moda el correr durante las peores crisis (otro tema expuesto en el libro)? ¿Realmente es lo que nos pide nuestro cuerpo (y mente) frente a la incertidumbre y miedo?
¿Deberíamos aprender de los rarámuris, gente tan tímida como pacífica, sobre qué es lo que realmente somos y necesitamos?
PD: no lo he abierto en el foro de libros porque no pretendo hablar sobre la calidad de éste, sino abrir un debate sobre los planteamientos que hace.