#31, no desde la primera dosis.
Por cierto, otro extracto del libro que mencionaba antes que he rescatado de otro foro (aún no he llegado a esa parte) es el relato de dos investigadores que se proponen engancharse a la heroína consumiéndola diariamente durante quince días y no lo consiguen. Está curioso:
Stuart y yo llevamos una semana tomando heroína. Siete días de enfermedad voluntaria. ¡Qué mal nos sentimos! ... Lo extraordinario es que no ocasiona ningún júbilo, ningún placer. Ante todo, cansancio. A lo sumo algunas horas de desinterés: ver pasar el mundo sin que vaya contigo. Incluso después de la inyección no sentimos ninguna emoción, nada parecido a esa cháchara sobre la expansión de la mente, ninguna cima orgiástica, ningún Kublai Kan. Un sentimiento de opresión respiratoria, un ligero rubor, un sentimiento extraño de incomodidad, algo así como un miedo desconocido ... Te adormeces, ves una escena absurda en la que alguien tira algo, te sobresaltas con cierto pánico, vuelves a adormecerte. Alucinaciones hipnagógicas, se llaman. Picor y más picor, te rascas y te revuelves. ¿Por qué tomaría alguien esta cosa? No por deleite. ¿Sólo por una hora de accesos de pánico y de picor? Supongo que para posterioremente escapar hacia la apatía.
Tom Carnwath & Ian Smith. El siglo de la heroína, pág. 130. Melusina, 2006.