Su piso está vacío, pero Isabel no puede abrir la puerta para entrar en él porque su inquilino moroso, que le debe más de 6.000 euros, no le ha devuelto las llaves. Puede parecer una broma, pero la ley le impide recuperar su piso hasta que el inquilino haya firmado su renuncia o lo dictamine un juez. Y, de momento, ni el juez se ha pronunciado ni su inquilino da señales de vida: se ha marchado sin decir nada, dejando diez mensualidades de 600 euros sin pagar.
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A pesar de que los okupas son una clara escoria, el problema no lo generan ellos, sino la mierda de justicia que hay en España.