Oviedo, 23 de Diciembre de 2010
23:49 p.m.
Pensamiento del dia: Vivir o morir es una cuestión de suerte.
Al fin he llegado. Ha sido uno de los dias más largos y angustiosos de mi vida, pero al menos no he muerto.
Anoche, antes de acostarme, me dijeron mis compañeros que se posponía nuestra salida hasta las 08:00 a.m. porque justo antes ibamos a ser "instruidos". Esto significaba que, antes de irnos, recibiríamos una bonita paliza física y mental para ir bien contentos a cumplir con nuestro deber. Manda huevos.
La instrucción no me enseñó nada que no hubiese aprendido por mi cuenta. Salvo algunos movimientos como "unidad", ya me habia enterado por mi cuenta como usar y mantener mi equipo. Antes de irnos, nos comunicaron de que la actividad "hostil" había aumentado durante la noche, y que nosotros actuariamos como fuerza de avanzadilla. Nuestro deber era ir allí, y en caso de no poder controlar la situación, pedir refuerzos.
-¿Qué refuerzos? - Le pregunté al cabo que nos informaba.
- No tengo esa información, ¡suerte!.
A Rafa le habían confirmado como jefe de equipo, y como tal, le tocaba el honor de llevar la radio de campaña (otros cinco o seis kilos más p'a la saca). Antes de salir miramos el mapa para asegurarnos de la ruta que nos habían marcado.
Cuando ya llevábamos alrededor de hora y media larga de caminata vimos varias columnas de humo que procedían del pueblo; era una mala señal... Apretamos el paso y recorrimos los cinco Kilómetros que nos quedaban en pocos minutos.
A medida que nos acercábamos, oíamos gritos y explosiones con mayor nitidez. Me aseguré de que no le había entrado agua a ninguna zona sensible del mp5.
Nos miramos los unos a los otros, y comprobamos que estabamos todos acojonados. Estuvimos parados allí sin decir nada al menos durante dos minutos, hasta que Rafa cogió la radio e intentó llamar a la base. No hubo respuesta. Eso nos acojonó aun más porque recordamos nuestra primera experiencia en Sevilla. Fue Mariconi el que dijo: "va, vamos a fundir a esos hijos de puta".
De no haber dicho nada, estoy seguro de que hubiesemos seguido allí parados hasta que nos hubiesemos muerto por inanición o frio.
El pueblo, tenia un aspecto terrorífico. Había podido ver algunas imágenes aereas de esta zona dias atrás, y hoy solo habían edificios y coches ardiendo por todas partes. No vimos a ninguna persona (viva) en las calles, y temimos haber llegado tarde.
Adrian dijo de largarnos de aquí, pero no le hicimos caso. Estaba más asustado que los demás. Como nos enseñaron en la instrucción, avanzamos en columnas de dos, con Rafa a la cabeza y Ale vigilando las espaldas. Cuando veíamos algún infectado que se dirigia hacia nosotros, hincabamos rodilla a tierra y lo abatiamos disparandole a la cabeza. Sorprendentemente, pese a que me encontraba muerto de miedo y casi congelado, no me temblaba el pulso.
Anduvimos hasta que vimos que alguien o algo asomaba una sábana por la ventana de una de las casas que estaban a nuestra derecha. Era un anciano con la que parecía ser su esposa. Le preguntabamos si necesitaban ayuda, y nos dijo que quería quedarse un rato más cazando por la ventana. El muy cabrón tenia un rifle de caza y en la calle habían varios cadaveres de lo que parecian infectados con el craneo destrozado.
Nos dijo de que había gente refugiada en el hotel "Langrehotel", no muy lejos de allí. Nos dio una serie de indicaciones y dándole las gracias nos pusimos en marcha hacia ese lugar.
Como dije, el hotel no estaba lejos. Tardamos diez minutos en llegar puesto que evitabamos hacer ruidos que llamasen la atención. Tan solo se oía el crepitar de las llamas y las alarmas de algunos coches.
Ni gritos, ni explosiones, ni disparos.
Al llegar, las puertas estaban atrancadas y cubiertas de cinta de embalar. No se veía una mierda.
Oimos ruidos y nos atacó por sorpresa una avalancha de infectados. No me paré en contarlos, pero así a ojo eran alrededor de la centena. No habíamos hecho un puto ruido y habiamos tenido cuidado de que no se nos viese, ¿Qué coño hemos hecho mal?, ¿Acaso nos huelen?.
Avanzaban de forma torpe y muy pero que muy despacio. Rafa empezó a llamar a la puerta de forma insistente, golpeandola con las dos manos y gritando "¡Abran!, ¡Somos el ejército!". No había respuesta. Formamos una línea de tiro y empezamos a disparar seleccionando bien nuestras dianas. Es lo primero que nos enseñaron esta mañana: "Primero piensa, apunta y luego dispara".
Por muchos que abatiesemos, la oleada no se detenía. Estaban a unos doce metros de distancia, y no habíamos acabado ni con la mitad. Entonces Rafa nos mandó poner pies en polvorosa, pero ¿a donde?. Estabamos rodeados contra la fachada del hotel.
Íbamos a morir.
Por un momento quise llorar, pero no quería que los otros me viesen como a un niño chico. No iba a dejar que esos cabrones me cogiesen vivo así que seguí disparando como un loco y empecé a oir detrás de mi el sonido de cadenas y cerraduras abriendose. Los supervivientes nos habían oido y estaban abriendo las puertas.
Entramos los seis en el hotel sin mediar palabra y cerramos tras nosotros. Nada más entrar, una docena de personas nos apuntaron con sus armas (escopetas de caza, pistolas, e incluso había un tio con una ballesta). Nos gritaron que quienes éramos y qué queriamos.
Mariconi, que era el único que no parecia sorprendido, les dijo de forma serena que eramos una unidad de reconocimiento del ejército, y que estabamos allí para ayudales. En un principio no pareció que eso les convenciese, pero milagrosamente la radio empezó a funcionar y a transmitir un mensaje de la base. Se nos pedía un informe de la situación. Eso pareció tranquilizarlos.
El que parecía ser el cabecilla del grupo nos dijo más tarde que se habían cometido saqueos, violaciones y asesinatos por parte de gente que simulaba ser del ejército, y en realidad se trataban de bandas de desertores o impostores.
A las 18:30 teníamos una lista completa de todos los supervivientes que quedaban: 3 bebés, 6 chicos, 10 chicas, 14 mujeres adultas, 21 hombres adultos y una pareja de ancianos. Al parecer, junto con los dos que nos avisaron desde su casa, eran los únicos supervivientes de La Felguera. Total, 54 civiles que debían ser evacuados.
Necesitariamos dos camiones grandes, pero estando rodeados como lo estábamos, cualquier intento de salir del Ayuntamiento hubiese sido un suicidio.
Le comunicamos a la base nuestra situación, y el número de supervivientes que habíamos encontrado. Habíamos planeado una ruta de entrada y otra de salida para los vehículos, pero necesitaríamos que despejasen la entrada al hotel para poder salir. Estuvimos esperando media hora su respuesta, y finalmente recibimos orden de preparar a la gente para su salida.
Iban a enviar un par de helicopteros armados para despejarles el camino a los vehículos de tierra; primera buena noticia en todo el dia. El convoy debía llegar al pueblo a las 20:00, y a las 20:20 debíamos estar ya fuera de ese área.
A la hora fijada, recibimos el aviso por radio de que el convoy acababa de entrar al pueblo y que debíamos prepararnos para salir.
A los pocos segundos oímos de cerca el inconfundible ruido de los helicópteros que empezaban a disparar contra los infectados que rodeaban el edificio. Al minuto de dejar de disparar, el convoy llegó. Montamos a la gente muy rápido, más de lo que nos esperabamos. Nos montamos en el BMR que iba en retaguardia y salimos flechados de allí, disparando a todos los infectados que se nos acercaban.
Nos dijeron que cuando llegaron al bloque de pisos de los dos ancianos, éste se encontraba ardiendo en llamas, y que decidieron pasar de largo. Seguramente incendiaron su casa para suicidarse antes de dejarse comer por esos demonios.
Llegando a la ciudad, oimos por radio informes de que tras los refugiados, les seguian legiones de infectados y que para mas inri toda la zona de Langreo (donde se encontraba el pueblo que dejabamos atrás), Mieres y San Martin estaban copadas de monstruos. Habían enviado efectivos a intentar contener la amenaza en Mieres y proteger la ruta y la llegada de refugiados, pero no tenían muchas esperanzas de conseguirlo. Ahora habían alrededor de 100.000 refugiados aislados tras las lineas de infectados. Algunos helícopteros habían llevado a algunos voluntarios allí para reforzar la seguridad del convoy. Pero no servirá de nada si no conseguimos retomar el control de Mieres.
En la base vimos que la mayoría de efectivos estaban fuera, en las trincheras, los controles o habían ido a Mieres a reforzar a las tropas que allí intentaban desesperadamente darle tiempo a los refugiados.
Oí que, en el centro de la ciudad, habían puesto varios tablones en los que figuraban los nombres, apellidos y DNI de los afortunados que habían llegado. Sin pensarmelo dos veces salí corriendo en busqueda de esos tablones sin informar a Rafa ni a nadie. Al llegar, una muchedumbre me impedía acercarme a los mismos. Todos estaban allí por lo mismo que yo. Tras una hora de empujones y codazos, conseguí acercarme lo suficiente como para leer con claridad. Repasé las listas cuatro veces hasta que dí con el nombre y el DNI de mi padre.
Estaba a salvo.
Me acerqué a uno de los coordinadores que estaba rodeado por decenas de personas que buscaban saber donde estaban sus seres queridos, y debió fijarse en mí por mi uniforme, porque antes de que hubiese llegado gritó: "¿A quién buscas?". Le dije los apellidos y el DNI de mi padre, y no lo encontró en su lista.
Estuve dos horas buscándolo por los campamentos de refugiados y no lo encontré.
Felíz por saber que mi padre había llegado hasta Oviedo, pero con el corazón encogido y sintiendome impotente por no haberle encontrado, me volví a mi tienda. Nadie se había percatado de mi ausencia, puesto que el resto de mis compañeros también habian ido a comprobar si sus familias estaban a salvo. Mariconi, Ale y Pancho estaban en la entrada de la tienda con cara de circunstancias. En el interior, Adrian y Rafa lloraban a lágrima viva.
Sus familias no habían conseguido llegar.
Mañana intentaré encontrar a mi padre antes de irme a Mieres; necesito verlo y saber que está bien.
Hasta mañana,
Germán
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