Feliz sábado. Con los planes de hoy truncados gracias a los trabajadores de la Renfe, los cuales han organizado paros justo la semana con puente (por supuesto no para irse a esquiar, nunca oses dudar de la seriedad y espíritu de trabajo de los empleados de ese ente endogámico y anquilosado que es el servicio público de transportes (al menos en Madrid), me apetece contaros una serie de experiencias reveladoras sobre la situación de la sanidad en nuestro país que he tenido la oportunidad de conocer recientemente.
Una persona muy cercana a mí ha sido diagnosticada de cáncer de pulmón en estadio avanzado, con metástasis ósea. Vamos, que probablemente no lo cuente. Todo empezó con unos dolores de espalda y, varias semanas después, han dado con el diagnóstico. Este hombre lleva toda la vida pagando su sanidad privada, además de la pública ya que en este país siempre nos las apañamos para que todo Dios dependa de papá Estado hasta cuando ni lo quiere ni lo necesita. Gracias a su seguro privado, la atención está siendo grandiosa: radioterapia a las 24h del diagnóstico, técnicos en RMI y TAC a los que llaman de madrugada para pedir su presencia en el hospital a primera hora de la mañana, trabajo intensivo por parte del equipo de diagnóstico... en fin, un trato excepcional. A esto se une otra familiar que de poco se muere en lista de espera hace unos años con un cáncer de colon terminal, hasta que se pasó a la privada y la operaron de inmediato, salvándole la vida.
Dada la situación de este hombre, se encontraba extremadamente sensibilizado con las personas que no pueden pagarse un seguro privado y van, literalmente, a morirse esperando una operación o una sesión de quimio por lo público. Mientras tanto, decía, tenemos en Madrid todos los centros de salud colapsados, hemos visto ya varias "huelgas de sanidad" (más inútiles incluso que las de educación; en qué mundo se le ocurre a una mente perversa hacer huelga en ese sector?), manifestaciones, entramos en los ambulatorios y los vemos infestados de pancartas y carteles hechos por enfermeras,administrativas y médicos contra un supuesto "asedio" a la sanidad pública. Todo esto como consecuencia de la supuesta "privatización de la sanidad" a la que por fin han conseguido llevar a juicio.
Durante todo este tiempo yo me preguntaba: qué interés tienen todos estos empleados en mantener un sistema endeudado, donde se ha dilapidado dinero público a espuertas, con un agujero negro en los presupuestos para medicamentos y que, en último término, no es capaz de dar un servicio decente a la ciudadanía ajustándose a niveles de gasto terrícolas? Y por qué se empeñan tanto en convencernos de que las huelgas "son buenas para nosotros" y las hacen "para defender los derechos de los pacientes"? Pues bien, por fin, gracias a este buen hombre, he conseguido llegar a una solución que se me aparece bastante verosímil y cercana a la realidad: a los empleados de la sanidad no les interesa cambiar el modelo público-privado (o pobre-rico) que tenemos en nuestro país porque, sencillamente, afectaría enormemente a su bolsillo. Y os preguntaréis: eso por qué? Pues bien, la mayoría de este personal está trabajando a tiempo parcial entre lo público y lo privado, por lo que se llevan el doble o el triple de la pasta que se llevarían en un solo sitio, aparte de las ventajas evidentes que conlleva ser funcionario del Estado. Pese a que la gestión privada en la mayoría de hospitales afecta a los recursos no sanitarios, el modelo está cambiando. Y a ellos no les gusta un pelo.
Esta experiencia se une a la de mi padre, médico de cabecera, y al de un amigo, probablemente el mejor urólogo de Navarra. Ambos están al borde de la jubilación y tienen, después de años de lucha y de gasto en abogados, el horario antiguo de trabajo, que es de 4,5h en vez de las 8h que hacen actualmente otros médicos de la sanidad pública. Pues bien, resulta que estos dos, haciendo la mitad de horas, lideran las estadísticas en eficiencia dentro de su centro de salud y hospital, respectivamente. Por qué? Pues por la sencilla razón de que en ese tiempo pueden ver al mismo número de pacientes que los demás ven en 8h, sin "coffee breaks", impuntualidad ni toque de huevos como hace el resto. Pero esto no es lo más grave: los pacientes, que saben muy bien qué medico es bueno y qué medico es malo, corren como gacelas a ponerse a ellos de médicos titulares, por lo que al final los buenos médicos acaban teniendo una jauría de pacientes a los que atender en 4 horas y los malos están tocándose los huevos y disfrutando de su salario asegurado. Por supuesto, para que sea haga justicia han necesitado años de pleitos ya que el número de pacientes que tenían asignado superaba ampliamente el estipulado por la ley. Al final, los buenos médicos acaban quemados de su trabajo con ese panorama y ambiente laboral y los malos se aprovechan del sistema y viven como dioses sin hacer nada, tratando mal al paciente y recetando sin ton ni son.
De aquí surgen mis dudas acerca de las movilizaciones que estamos viendo no solo en sanidad, sino también en educación. Realmente la gente quiere un cambio, una solución? Yo lo que veo es que aquí cada uno defiende 1) sus intereses económicos o, peor todavía, 2) ideológicos y 3) su comodidad. Si en este país hacemos como los escandinavos y obligamos a los universitarios becados a devolver su beca sin intereses cuando empiecen a trabajar, hay una revuelta social. Si creamos minijobs para que padres de familia alimenten a sus hijos, como está ocurriendo en Alemania, hay una revuelta social. Si acabamos con la hipocresía y tocamos la sanidad pública de la que todo el mundo huye y que no hay Dios que la sostenga, hay una revuelta social. Mientras tanto, criticamos a los políticos, a Sálvame, a la publicidad, al fútbol o a la madre que parió al cordero, pero... realmente la sociedad, la gente de a pie, se diferencia en algo de estos individuos o entidades? Acaso somos diferentes, pobres víctimas de un NWO que nos oprime? Se diferencia en algo el diputado que sale corriendo del congreso a pillar el avión para irse con su novia rumana o a esquiar a los Alpes del huelguista de turno o del funcionario indolente, aparte de por la evidente diferencia económica y de poder?
No sé vosotros pero yo, por lo que veo en mi día a día, tengo cada día más clara la respuesta.