#1 Gabino-Alejandro Carriedo, Teoría del miedo
No estoy seguro, no lo puedo estar,
no hay quien esté seguro.
Todos miran en derredor
cuando hablan, cuando susurran, cuando piensan,
todos miran hacia la puerta cuando entra alguien,
todos sonríen, todos desconfían, todos se echan a temblar.
Todos, más o menos, piden compasión,
perdón, piden clemencia para su delito
de respirar,
de transitar por la calle,
de comer pan todavía,
de existir en 1961.
No hay quien aquí, en esta sala,
en este solar mismo, lugar, patria de ahora,
pueda dormir tranquilamente
sin cerrar previamente la ventana,
sin mirar por detrás de los armarios,
sin darle doble vuelta a la llave del corazón.
No hay quien serenamente pueda comer
sin miedo a ser interrumpido,
cuando hacia la primera cucharada
no es del todo imposible que suene el timbre,
que entren después dos hombres preguntando
por el cabeza de familia,
que se lo lleven a la calle,
mientras los hijos miran con los ojos atónitos,
mientras la madre les explica
que nada ocurre, que un momento se ausenta
papá con los amigos
para hacer algo urgente.
Pero papá no vuelve nunca
o cuando vuelve vuelve con los ojos enfermos,
vuelve cansado de llorar,
pálido y en cuclillas como un simio asustado.
Vuelve con las piernas dobladas,
con las costillas astilladas, los dientes deteriorados
y en la boca una mueca maquinal y sangrante.
Vuelve hablando en un tiempo que la gramática no recuerda,
pasado-presente-futuro anterior,
tiempo que pertenece a un ayer todavía vigente,
que pertenece a un presente que se dilata aún.
Vuelve para arrastrarse
ese hombre que soy yo, o eres tú, o aquel otro
que amorosamente cuidaba los libros,
que hacía las carreteras
y echaba a comer a sus caracoles.
Por eso tiembla hoy la Humanidad
cuando habla, cuando escuchan, cuando suena el teléfono,
cuando alguien te pregunta por la hora,
cuando hay quien se coloca cerca de ti en la calle
y es del todo imposible justificar la vida.