Las mentiras de Vero: secuestra a sus hijos, denuncia al padre, engaña a su mejor amiga y reaparece en la tele
Hace siete meses que Verónica Saldaña huyó de la Justicia con sus dos hijos y los separó de su padre, al que acusa de maltrato. Pese a estar en paradero desconocido, interviene en programas de la tele en los que arremete contra su ex marido. Mientras tanto, la Policía se declara "incapaz" de localizarla
Quico Alsedo | Madrid
25/01/2022 22:31
La mujer lleva siete meses en busca y captura, huida con sus hijos -dos mellizos de seis años- y con sus propios padres, pero los agentes no son capaces de dar con ellos.
Eso sí, un día, el 15 de septiembre pasado, el padre de los críos, José Manuel Ortiz, que acumula 20 meses sin verlos ante las trabas que le pone la madre, pone la tele y ahí está Verónica.
Primero en Cuatro.
Luego en Telemadrid.
En directo, entrevistada por videollamada.
Los presentadores fruncen el ceño. Aunque la gran mayoría de denuncias que ha puesto contra su ex pareja han sido sobreseídas, Verónica se presenta como víctima de violencia de género. Es un asunto grave: el año pasado en España murieron 43 mujeres a manos de hombres.
-¿Pero usted no está en busca y captura? -le preguntan en directo a Verónica.
-Yo estoy protegiendo a mis hijos de la violencia vicaria de su padre, que abusó de ellos y de mí.
-¿Pero no ha dicho el juez que tiene que acudir al juzgado?
-Una madre debe proteger a sus hijos.
Antes, Verónica había concedido una entrevista a uno de los principales digitales de España. Titular: «Al final me va a matar».
El hombre que la «va a matar» está hoy aquí sentado, en su casa de Pozuelo. Al lado, su madre, Araceli, a la que se le sale la vida por la boca.
-Si es que él estaba tan enamorao de ella...
-Ya, bueno... -dice él, levantando a la vez las cejas y los hombros.
Los presuntos abusos de José Manuel a uno de sus hijos que denunció Verónica fueron sobreseídos. La prueba de cargo era un audio en que uno de los críos decía: «Papá me ha tocado la pichurra». Los psicólogos forenses determinaron que el niño verbalizó algo no vivido.
Luego denunció que el padre de José Manuel, el abuelo de los niños, había abusado de ellos. El caso también fue sobreseído.
La presunta agresión de José Manuel a Verónica se produjo con una tijera, pero fue él y no ella quien acabó herido.
La Policía, decíamos, no encuentra a Verónica Saldaña, de 33 años, pero ella sí sube su vida a Instagram. Y a Facebook. La mujer tiene una agitada vida digital, pero a la Policía no se le ocurre dónde puede estar en la analógica.
¿Acaso no se le puede preguntar a Instagram, a Cuatro o a Telemadrid dónde están la mujer y los dos mellizos Ízan y Jorge? «Nada, nos han dicho que no sirve de nada», dice José Manuel, de 34 años e informático en una aseguradora multinacional. «Que sólo enciende el teléfono cuando se mueve, que el resto del tiempo lo lleva envuelto en papel albal o apagado».
-Esto es una película de Antena 3 -dice Araceli, que no se priva de rematar con otro: «Si es que mi hijo estaba muy enamorao, ¡mucho!».
José Manuel Ortiz sujeta una foto de sus dos hijos Alberto Di Lolli
El caso ilustra la dificultad de legislar un fenómeno que en los últimos años ha producido nada menos que casi una mujer asesinada a la semana en España (hasta 2010 era casi una y media): la violencia de género.
En él, dos realidades permanecen fuera del radar. Por un lado, muchas mujeres no denuncian las agresiones de sus parejas, o luego se desdicen de sus denuncias, y terminan asesinadas. Ante esto, la ley ha otorgado una protección especial a las mujeres: por ejemplo, ese estatus de víctima de violencia de género sólo por denunciar, aunque sea sin más prueba que su propio testimonio.
La cara b: «Eso ha sido aprovechado por algunas de estas mujeres que utilizan el derecho procesal para, injustamente, separar a algunos padres de sus hijos. Lo usan como un arma, y no como un escudo defensivo», dice Antonio Luna, abogado de José Manuel.
Ésta es la otra realidad no cuantificable: muy pocos de estos hombres denuncian a posteriori haber sido objeto de denuncia falsa, con lo que no hay cifras de cuántas madres estarían utilizando la ley para quedarse con sus hijos y, de paso, dañar la credibilidad de la inmensa mayoría de mujeres que sí sufren violencia real.
¿Qué responde a esto la abogada de Verónica? No nos puede atender porque, asegura, acaba de sufrir una pérdida familiar. Le damos el pésame y le pedimos información sobre su cliente. «No facilito información por secreto profesional», dice la letrada Antonia Ortiz.
Abducidos por la madre, los niños permanecen sin escolarizar al menos desde septiembre -«ella siempre dijo que los colegios son cárceles, nunca quiso llevarlos», dice su ex- en una edad en que deberían estarlo. En octubre, los psicólogos del juzgado de Pozuelo de Alarcón (Madrid) determinaron que Verónica, ya fugada por aquel entonces, no está capacitada para cuidar de sus hijos, y apuntaron a una posible «instrumentalización» de los niños por parte de la madre, lo que constituiría «un severo maltrato», dijeron. Dio igual: la Policía sigue sin hallarlos y la mujer, alimentando su perfil de víctima en internet.
José Manuel Ortiz, en el dormitorio de sus dos hijos, a los que no ve desde hace dos años (Alberto Di Lolli)
¿Se inventó Verónica las agresiones de su ex pareja? Así lo sostiene la amiga que la acogió en su casa durante los dos meses previos a la huida y luego la ayudó a escapar.
La joven, cuyo nombre protegeremos tras las iniciales C.O.D., declaró el pasado agosto a la Policía que la hermana de Saldaña le confesó que los presuntos abusos de José Manuel eran «mentira», que la supuesta agresión con las tijeras «fue preparada», e incluso aportó audios de dicha familiar de Saldaña destapando el pastel.
La propia testigo, que fue quien ayudó a Saldaña a huir con sus hijos cuando la Policía intentó detenerla en julio de 2021, albergó en su domicilio a Verónica y su familia durante los dos meses previos a su desaparición -«me dijo que no tenía a dónde ir»-, y relató ante la Policía, según han explicado fuentes policiales a este diario, un panorama dantesco para los niños: «No los dejó salir de casa en ningún momento. Era cariñosa con ellos, pero no los atendía: era la abuela la que lo hacía», declaró a los agentes.
La amiga de Saldaña, en fin, cree que la fugitiva podría sufrir algún trastorno. «A Verónica», explicó a la Policía, «la guía gente que forma parte de chats de feminismo, y sobre todo María Sevilla, con quien hablaba todo el rato mientras estaba en mi casa».
Sevilla saltó a una dudosa fama cuando fue detenida en 2019 en una finca de Cuenca tras dos años de secuestro a su hijo para mantenerlo separado del padre. Antes había montado Infancia Libre, una asociación de hijos presuntamente maltratados por sus padres, y había llegado a intervenir en el Congreso de los Diputados de la mano de la actual líder de Podemos, Ione Belarra. Con el tiempo, varias madres adscritas a Infancia Libre fueron condenadas por secuestrar a sus hijos. Sevilla, a dos años y cuatro meses de prisión.
«Estoy segura de que María sigue guiando a Verónica», explicó la testigo a la Policía. De hecho, uno de sus abogados ha sido Vicente Tovar, abogado vinculado a Infancia Libre que representó a Sevilla.
¿Cómo consigue una chica de Pozuelo vivir en la clandestinidad y evitar a la Policía como si liderara una célula terrorista? «Ella participa en varios chats de activistas feministas, que hasta hace unos meses sé que le estaban dando dinero para seguir adelante, y ahí debió de entrar en contacto con esta gente de Infancia Libre», contó la chica.
Un giro aún más perverso apunta a nuestra querida sociedad del espectáculo: siempre según este testimonio, Verónica intentó «sacar su caso a la luz pública y politizarlo: le escribió a todos los políticos que pudo, igual que debió de intentar María Sevilla, estoy segura de que con el consejo de ella».
Según C.O.D., logró teléfonos cercanos a la ministra Irene Montero, el ex vicepresidente Pablo Iglesias y la presidenta madrileña, Isabel Díaz-Ayuso. «La primera la bloqueó, el segundo no contestó y sólo del teléfono que le dieron de Ayuso le contestaron diciendo que estudiarían su caso», declaró.
-¿Cómo sabe eso?-, le preguntó la Policía.
-Todo eso lo hizo mientras vivía en mi casa, en esos dos meses.
Una foto del álbum familiar de Verónica Saldaña
La testigo no se quedó ahí. Enfatizó a los agentes la «enorme capacidad manipuladora y fantasiosa» de Saldaña, aseguró que estaba intentando conseguir documentación falsa para huir de España y ensayó un serio mea culpa: «Yo la creí mucho más de lo que debía, y me equivoqué. Pensé que de verdad había sido víctima de violencia, que no era todo mentira. Pero debo proteger a los niños, y no sólo a ellos: a la causa del feminismo le hace un daño brutal gente como Verónica».
José Manuel sigue hoy mansamente sentado en el sofá de la casa de sus padres en Pozuelo, donde mora. Revisamos con él los documentos.
En mayo de 2020, en pleno proceso de separación, él y su pareja discuten en casa de ella. Él se lleva dos cortes con unas tijeras, ella unas contusiones difusas que el parte de lesiones no concretó. Aunque es él quien tiene las heridas, la Policía se lo lleva detenido. «Me dijeron: 'Lo siento, es la ley, ha habido una riña y tenemos que detener al hombre», asegura él.
El juez admitió que la versión de ella no cuadraba con las pruebas, pero puso a José Manuel una orden de alejamiento de 200 metros para, textualmente, evitar más conflictos. A pesar de la opinión del magistrado, y meses antes de la huida de Verónica, la Fiscalía le pidió por estos hechos un año de prisión. El juicio aún no tiene fecha.
Desde aquel 2 de mayo de 2020 José Manuel no ve a sus hijos: Saldaña se aplicó en impedirlo con cualquier excusa. Tampoco la abuela paterna, que se sube por las paredes. «Los íbamos a buscar mi marido y yo, por la orden de alejamiento de él, y nunca nos los dejaba ver, con cualquier excusa... A los niños les encantaba cantar conmigo 'Cachito, cachito, cachito mío'. ¡Ahora sabe dios cómo estarán!».
Ese mismo mes de mayo José Manuel pidió la custodia compartida en el juzgado de Familia. La madre sacó la «metralleta» procesal: «Me empezó a poner querellas por todo. Que si yo había abusado de uno de los niños, luego de los dos. Como eso no prosperó, y mis padres seguían yendo cada día a buscar a los niños, denunció que mi padre había abusado de ellos en presencia de mi madre».
José Manuel dejó de coger el teléfono a desconocidos: «Un día respondió una llamada y era ella. Hala, me denunció por quebrantamiento de la orden de alejamiento. De esas trampas he tenido varias», dice mientras vuelve a levantar los hombros como quien agita una bandera blanca.
Luego, Verónica recusó al juez que dirime la custodia con el argumento de que era amigo de su ex marido. Así ganó seis meses más con los niños, mientras se demostraba que era falso. Cuando eso sucedió, proclamó que José Manuel y jueces de Pozuelo se llevan a sus hijos a un castillo para «intercambiárselos».
En agosto pasado, 14 meses después de negarse a que los críos vieran al padre, el juez de familia lanzó un ultimátum a la mujer. Fijó una vista un sábado por la mañana para que Verónica se presentara con los niños. Las horas pasaron y no aparecía. El juez la llamó con el teléfono en manos libres: «Me estáis acosando», le espetó ella, y colgó. A partir de ahí, orden de busca y captura, y hasta hoy.
Desesperada tras casi dos años sin ver a sus nietos, Araceli se fue hace poco a ver a la Policía de Pozuelo. Todos, también los agentes, sospechan que Verónica y su troupe viven por Tarragona, donde ella tiene «un montón de familia» que le serviría de soporte en su fuga.
Araceli: «Entonces los policías me dicen que ellos ya les dicen a los Mossos [d'Esquadra] que miren en este sitio y en este otro, pero que no pueden hacer más. Te dicen: 'Entiéndalo, señora, nos llevamos bien con los Mossos, pero al final es como si fuera otro país'».
Araceli, una ama de casa de 57 años de origen extremeño, se ofrece entonces a hacer de enlace entre ambos cuerpos policiales. «He llamado a los Mossos de Valls, les he explicado todo y me han dicho que ellos ya hacen lo que pueden, que vaya por allí si quiero, pero que...».
Luego se vuelve a José Manuel -«Si es que te lo dije...»- antes de mirar al periodista: «Si es que estaba muy enamorao, fue eso...».
https://amp.elmundo.es/papel/historias/2022/01/25/61f053c5e4d4d8dd338b45af.html
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