Desde que empezó la crisis en el 2008, en España se ha puesto en duda el funcionamiento del Estado de las Autonomías. La antigua visión centralista del poder en España se ha ocultado tras una careta que engaña a unos y convence a otros bajo un neocentralismo.
Este neocentralismo escapa de antiguos tópicos de carácter tradicionalistas y conservadores como el sí de la unidad de España y como ésta debe regirse bajo un poder central y absoluto. No, una vez llegada la crisis y al aparecer la famosa palabra “déficit” en las administraciones públicas (recordemos que con un crecimiento del 4% - 5% no existe ese déficit público) los defensores de la visión centralista del poder han actualizado su discurso y han abandonado los viejos tópicos y ahora, bajo una mirada economicista, atacan la descentralización bajo el argumento del déficit y el gasto que supone dicho sistema territorial. No solamente todo esto sino que, estando en el contexto económico el cual nos encontramos, aluden al populismo más arcaico que uno se pueda tirar a la cara cuando en época de recortes (para fijar ese famoso déficit) dan a entender que le máximo culpable de ese déficit es la descentralización del poder y como para poder corregir este problema hay que revisar el sistema territorial y reorganizarlo centralizando cuanto más mejor.
Sí, este es el típico discurso que podemos ver por parte de gente como Rosa Díez de UPyD o de esperanza Aguirre del PP. Que persiguen una meta concreta: la recentralización. Y además tienen una excusa perfecta: el déficit.
Como he dicho más arriba, este discurso neocentralista engaña a unos y convence a otros. Justamente hoy, el famoso economista Sala i Martín ha publicado un post en su blog desmontando el mito de la culpabilidad absoluta de la descentralización y mostrando (con datos oficiales del señor Montoro) el verdadero y máximo responsable del déficit en España y por sorpresa de algunos es el gobierno central.
Sí, sin duda alguna esto ha sido un golpe bajo a todo el espectro de la centro-derecha y a la centro-izquierda con una visión jacobista, defensores de este neocentralismo, sobre la necesidad de recentralizar la administración pública y volver a coger las riendas por el centro bajo una España, y no cincuenta y una.
Con palabras del propio Sala i Martín:
“En base a esos datos, uno puede seguir en su intento de recentralizar la administración de España, uno puede pensar que si los hospitales fueran administrados por el gobierno central no gastarían tanto, uno puede seguir pensando que los 91.344 millones de déficit son por culpa de las televisiones públicas o las embajadas de Catalunya o uno incluso puede pensar que la mejor manera de recortar el déficit total es obligar a recortar a las autonomías a pesar de que el 60% del déficit es de la administración central del estado. La libertad de expresión ampara la libertad que tiene la gente de opinar. Lo que no ampara es la libertad de fabricar realidades o engañar a la gente falsificando los datos.”
Está claro que la descentralización del poder y el autogobierno supone un gasto, pero es mentira que este sea el mayor causante del déficit. Pero por otro lado quiero plantear otra cuestión…
¿Alguien sigue poniendo en duda el carácter plurinacional y las distintas culturas que residen en España?
¿En serio alguien sigue sin creerse que la única forma de reducir la fractura territorial en España es justamente dando paso a más descentralización, más autogobierno y más federalismo?
Existe una vía que puede dar a pie a en un proyecto común de una España en donde sus distintas regiones, culturas y nacionaldiades puedan seguir un camino, y ya os avanzo que esa forma no pasa ni por la recentralización ni por este neocentralismo con una (falsa) argumentación economicista.
Visto todo, mi intención es lanzar un doble debate:
-¿La descentralización del poder y el autogobierno es de verdad un gasto superfluo (aunque no sea el más elevado) entendiendo las necesidades que se encuentran en un Estado con las peculiares características culturales y regionales que tiene España?
-¿Se sigue teniendo en duda que el único proyecto que puede hacer prosperar a la idea de España tiene y debe de pasar por la idea federal y por dar paso a más autogobierno?
Todo esto lo complemento con dos breves lecturas, una del economista Sala i Martín titulada "El Verdadero Responsable del Déficit: ¿Gobierno Central o Comunidades Autónomas?" y otra de un profesor mio de la Universidad de Barcelona catedrático en derecho constitucional llamado Xavier Arbós titulada "¿Federalismo sin autogobierno? No, gracias".
Xavier Sala-i-Martín
El Verdadero Responsable del Déficit: ¿Gobierno Central o Comunidades Autónomas?
spoilerEmpieza a cansar ya la maquinaria propagandística el gobierno en su intento de culpabilizar a las Comunidades Autónomas de los problemas de déficit de España. A base de repetir aquello de que “la mayor parte del déficit proviene de las comunidades autónomas”, al final parece que sea verdad. Hoy mismo he visto un debate en La Cuatro donde un periodista del Partido Popular atacaba a las CCAA diciendo que eran responsables de dos terceras partes del déficit total. Pero todos sabemos que una mentira repetida mil veces no se convierte en verdad sino que sigue siendo una mentira repetida mil veces.
En la siguiente Tabla (y en el gráfico que encabeza este post) utilizo los datos que publicó el ministro de hacienda, don Cristóbal Montoro en el primer trimestre de 2012 ) el déficit total de los gobiernos de España era de 91.344 millones de euros. De este monto total, 31.541 millones (es decir, el 35% del total, repito, el 35% del total) correspondían a las Comunidades Autónomas. 54,739 millones (es decir, el 60% del total) correspondían a la Administración Central del Estado. 4.069 millones (el 4% del total) eran de las administraciones locales y finalmente unos 995 millones eran de la Seguridad Social (el 1%).
Es decir, el 60% del déficit del reino de España corresopnde a la Administración Central el Estado. Por lo tanto, quien dice que la mayor parte del déficit no corresponde a las Comunidades Autónomas está faltando a la verdad.
En base a esos datos, uno puede seguir en su intento de recentralizar la administración de España, uno puede pensar que si los hospitales fueran administrados por el gobierno central no gastarían tanto, uno puede seguir pensando que los 91.344 millones de déficit son por culpa de las televisiones públicas o las embajadas de Catalunya o uno incluso puede pensar que la mejor manera de recortar el déficit total es obligar a recortar a las autonomías a pesar de que el 60% del déficit es de la administración central del estado. La libertad de expresión ampara la libertad que tiene la gente de opinar. Lo que no ampara es la libertad de fabricar realidades o engañar a la gente falsificando los datos.
Xavier Arbós
¿Federalismo sin autogobierno? No, gracias
spoilerVamos a suponer dos situaciones inverosímiles: la primera es que salgamos de la crisis; la segunda, que lo hagamos con el ánimo suficiente para reconsiderar la organización territorial de España. Por si estas circunstancias se dieran, aprovecho esta ocasión para exponer unos criterios acerca de la credibilidad que atribuiría a quienes promovieran el federalismo. Se trata de criterios absolutamente subjetivos, sin la menor intención de presentarlos como los rasgos de lo que sería el “verdadero” federalismo. El mío, el federalismo en el que creo, es una teoría normativa, que postula la conveniencia de distribuir territorialmente el poder. No lo concibo como el mínimo denominador común de las federaciones existentes. En ellas predomina el federalismo llamado “cooperativo”, que ampara la centralización resultante de una colaboración desigual. El gobierno federal, aunque no tiene competencias, tiene dinero. Así despliega sus programas ignorando los límites competenciales a los que debiera someterse. Las iniciativas del gobierno central prosperan, porque obtiene el consenso que se forja en las oportunas conferencias sectoriales, en la que están representadas las entidades federadas. La aquiescencia de los gobiernos federados es voluntaria, aunque he llegado a la conclusión de que en muchas ocasiones la aceptación se explica por el dinero que obtienen o por la disciplina de partido que asumen. Es decir, el partido, que puede incluso exhibir el federalismo como seña identidad, impone su línea a los gobiernos de su mismo signo que rigen en los estados federados.
Me parece que queda clara mi desconfianza hacia el federalismo cooperativo. Ya conozco la definición de federalismo como “autogobierno más gobierno compartido”. Y me gusta, pero bajo el nombre de federalismo cooperativo creo que disminuye el gobierno compartido: se comparte demasiado gobierno, y a veces con el partido. Para mí, pues, la credibilidad de cualquier propuesta federalista requiere el reconocimiento de la importancia del autogobierno, como pilar fundamental. Algunos opinan, y la razón puede acompañarles, que el federalismo debe combatir la secesión. Me convencerían más si exhibieran el mismo entusiasmo en luchar contra el centralismo. Podrían hacerlo si se manifestaran partidarios de rechazar cláusulas constitucionales que llegan a ser un verdadero comodín en manos del gobierno federal, para que gaste el dinero en lo que le plazca, tenga o no la competencia para hacerlo. En España tenemos, entre las competencias exclusivas del Estado, la que permite que dicte las bases y coordine “la planificación general de la actividad económica” (artículo 149.1.13 de la Constitución). ¿De verdad puede creer alguien que la actividad económica de España está sometida a la “planificación general” del Estado? Pues ese título competencial se invoca con profusión, hasta el extremo de amparar la subvención de un “estudio sobre el establecimiento de indicadores de bienestar animal de pollos y conejos” Quien piense que he obtenido la cita de un chiste del gran Forges, se equivoca: que consulte el convenio del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación con la Comunitat Valenciana que publicó el BOE del 31 de enero de 2008. Aunque el régimen de vida de muchos animales de granja sea propio de un infierno totalitario, los ciudadanos no vivimos bajo la planificación general de la economía. Nos habríamos enterado. De haberla, dado que el Estado puede “planificar la actividad económica general” según el artículo 131 de la Constitución, habría dictado la correspondiente ley que exige el mismo precepto, que también impone que se cree un Consejo de planificación. No está ni se le espera, aunque ello no ha impedido una nutrida jurisprudencia del Tribunal Constitucional que ha avalado el uso del artículo 149.1.13 para favorecer al Estado en sus conflictos de competencia con las comunidades autónomas.
A propósito del Tribunal Constitucional, quiero destacar la importancia que tiene el papel del órgano jurisdiccional que en una federación resuelve los conflictos de competencia. Sus decisiones son inapelables, y por ello debe ser y parecer independiente. Para eso hace falta que quienes lo componen lo sean y lo parezcan, y que su nombramiento obedezca a criterios que favorezcan esa independencia. He llegado a la conclusión de que mejoraría la credibilidad del federalismo que reclamara que el Tribunal Constitucional se formara con la participación, no sólo de los órganos constitucionales federales, sino también de la representación de los estados que componen la federación. Así se garantizaría la posibilidad de vetar a magistrados excesivamente centralistas o autonomistas desaforados. De ello se deduce que el promotor de un federalismo que acepte un Tribunal Constitucional como el español topará con reticencias de mi parte. El control de la distribución constitucional de competencias empezó cuando se lo atribuyó a sí mismo el Tribunal Supremo de los Estados Unidos. Desde entonces, se ha dado por bueno que sus equivalentes sean órganos solamente de la federación, y no también de los estados miembros. Si se ha mantenido esa pauta en tantos estados federales, debe ser por algo. Que no me convence, porque también es común recordar el papel centralizador de esos órganos jurisdiccionales.
El café sin cafeína tiene sus partidarios. El federalismo sin autogobierno parece que también, pero yo paso.
Seamos sinceros, algunos de por aquí me conocéis y sabéis que soy un independentista catalán. Pero la idea de una España federal y con autogobierno llegaría al punto en que sería capaz de apartar mi "catalanidad" y por primera vez sentirme identificado totalmente con España y al igual que yo esto lo piensa la inmensa mayoría de gente que defiende los nacionalismos periféricos.
Pero para llegar a esta meta no se pasa por este neocentralismo del PP, UPyD y con menor voz también del PSOE.
Tal y como concluye el autor de la segunda lectura:
El café sin cafeína tiene sus partidarios. El federalismo sin autogobierno parece que también, pero yo paso.