Los tiburones tecnológicos resucitan la ciudad/empresa

Misantropia

Traigo un interesante artículo que me he encontrado hoy navegando por la red.

La idea de la proyección de ciudades ex-novo autogestionadas con el objetivo de crear un nuevo tipo de sociedad es algo con lo que se ha experimentado a lo largo de la historia; ya sea desde el punto de vista socialista, como por ejemplo mediante experimentos como los del socialismo utópico; con los Falansterios de Fourier o la ciudad de New Harmony de Robert Owen, o ya sea a través de la lógica propia del capitalismo, como nos explican en el siguiente artículo. Estos ensayos de ciudades utópicas siempre me han resultado especialmente interesantes para descubrir la potencialidad de los posibles nuevos tipos de sociedades futuras, y el artículo que os traigo hoy puede que nos ayude a comprender algunas de las previsibles consecuencias de este tipo de proyecciones urbanísticas creadas con la eficiencia industrial en mente.

Los tiburones tecnológicos resucitan la ciudad/empresa

A principios de este año, en Silicon Valley, una legión de ingenieros con sueldos de seis cifras se presentó ante Mark Zuckerberg para pedirle que les subvencionara sus exorbitantes alquileres. Mientras, los trabajadores temporales que les sirven perritos de kimchi con bacon y confit de pato habían visto cómo se les dejaba fuera del mercado inmobiliario asequible (solo los sueldos que se acercan a los 74.000 dólares cumplen los requisitos) y comenzaron a convertir garajes en hogares. Aunque estos hechos demuestran la gravedad de la situación, no son más que los últimos indicios del voluminoso leviatán que representa la crisis de vivienda en la región, un asunto que lleva salpicando los titulares de medios grandes y pequeños desde hace ya una década.

Gracias en parte a la acumulación de publicidad adversa, Zuckerberg y sus colegas cibernéticos milmillonarios han decidido convertirse en promotores inmobiliarios. En julio, Facebook anunció sus planes para crear Willow Campus en un complejo de oficinas que compró en 2015 en Menlo Park, California, y que diseñará Rem Koolhaas con un perfil agresivamente rectilíneo. La expansión de la sede central contará con mil quinientas unidades habitables, de las cuales un 15%, según afirman, se “ofrecerá a precios por debajo del mercado”. La empresa también ha prometido dedicar 11.600 m2para uso comercial, con supermercados, farmacia y algo que recibe el críptico nombre de “minoristas adicionales de cara a la comunidad”.

Igual de responsable, si no más, del paisaje geométrico de California es Google, cuya recién inventada compañía matriz, Alphabet, ha prometido ofrecer alojamiento temporal, en forma de viviendas modulares, para trescientos empleados en su ciudad natal de Mountain View. Desde hace años, Google intenta arrebatar el control de la ciudad al Gobierno; el año pasado, consiguió más de 34.400 m2 de espacio para oficinas junto con el derecho a urbanizar 130.000 m2en el distrito de North Bayshore, tras una disputa con LinkedIn en la que ofertó dotar a la zona de una nueva estación de policía, mejores carreteras y becas universitarias. (Las casas modulares se edificarán en una antigua base de la NASA, que la empresa ha alquilado para los próximos sesenta años).

Estamos asistiendo, con estos planes, al renacer de la ciudad-empresa. Se trata de un fenómeno recurrente en el imaginario occidental capitalista, que en su variedad estadounidense se remonta al siglo XIX: la ciudad homónima del industrial ferroviario George Pullman en Illinois ilustra uno de los mejores ejemplos. Pullman describió su ciudad, finalizada en 1884, como una utopía lucrativa y orientada a los negocios que estaría llena de participantes satisfechos, tanto empleados como inversores. Su fachada era sin duda resplandeciente: las instalaciones que prometía (patios, cañerías, gas, recogida de basura) eran poco frecuentes para los obreros de la época, y sus jardines ultraformales y su centro comercial, que disponía de barbero, dentista, banco y gran cantidad de comercios excesivamente caros, ofrecían una incursión en el lujo capitalista de vanguardia.

Pero había una trampa: un capitalismo paternalista y omnipresente. Los árboles impecablemente cuidados no eran más que una cortina tras la que se escondía un panóptico para mantener a los trabajadores economizados a través de la conducta. Eso sí, solo trabajadores blancos, ya que las personas negras quedaban excluidas de forma expresa. “[Pullman] quería crear una ciudad-empresa donde todo el mundo estuviera (…) contento con el lugar que ocupaba en el sistema capitalista”, explicó Jane Eva Baxter a Paleofuture. Los trabajadores estaban obligados a alquilar (sin opción de compra) viviendas unifamiliares, y vivían preocupados por las inspecciones constantes y los desahucios repentinos. Asimismo, sus jefes controlaban los libros que llenaban las estanterías de sus bibliotecas y los espectáculos que tenían lugar en sus teatros, y un veto les impedía concentrarse en los salones o celebrar reuniones ciudadanas sin la aprobación de la Pullman Company, no fuera a ser que albergaran la idea de sindicarse.

La cesión obligatoria, no solo de la mano de obra, sino de la autonomía personal a cambio de la velada capacidad de comprar pan o de encender la estufa es, en una palabra, inhumana, y en tres, motivo de revuelta. Los trabajadores de la empresa Pullman organizaron varias huelgas a lo largo de la década de 1880, aunque ninguna fue tan impresionante como la de 1894. En respuesta a la recesión económica del año anterior, Pullman decidió bajar los sueldos de los trabajadores de forma radical, aunque mantuvo los alquileres inflexiblemente fijos, con lo que consiguió engordar el valor de la empresa, declarado en 62 millones de dólares, a la vez que dejaba a los trabajadores con tan solo 2 centavos limpios (tras pagar los gastos de la vivienda). En colaboración con el American Railway Union (Sindicato Ferroviario de Estados Unidos), cuatro mil trabajadores de Pullman, aguijoneados y desesperados, negaron su mano de obra, y pronto se les unieron hordas de trabajadores a lo largo y ancho del país. Sin embargo, la huelga llegó a su fin cuando el gobierno de Cleveland, haciendo un violento alarde de autoritarismo, desplegó tropas federales y encarceló a los líderes obreros. Poco después, por orden de la Corte Suprema de Illinois, se obligó a la ciudad a vender todo lo que no se usara expresamente para la “industria”.

El fracaso de Pullman no fue suficiente para disuadir a otros magnates. En 1900, el chocolatero Milton Hershey comenzó a construir un complejo fabril cerca de un conjunto de granjas lácteas en la zona rural de Pennsylvania, y allí declaró que no habría “ni pobreza, ni molestias, ni maldad” (un sibilino precursor del ahora infame y difunto eslogan de Google: “No seas malo”). Para atraer a los trabajadores, Hershey recuperó muchas de las comodidades y privilegios de Pullman: cañerías en el hogar, jardines impolutos, calefacción central, recogida de basuras y, con el tiempo, los teatros e instalaciones deportivas que albergaría cualquier ciudad-empresa que se precie.

Lo que se diseñó como un saludable acto de promoción para la empresa se convirtió rápidamente en un mezquino estado vigilante. Hershey, que desempeñaba los cargos de alcalde de la ciudad, alguacil y jefe de bomberos, patrullaba los barrios para inspeccionar el mantenimiento de las casas y contrató detectives privados para controlar el consumo de alcohol de sus empleados fuera de las horas de trabajo. Aunque la ciudad consiguió escenificar una especie de idílica representación capitalista para los observadores, en la década de 1930 los empleados comenzaron a sentirse irritados por el entorno dependiente y por los despidos a raíz de la recesión de una empresa que obtenía unos beneficios netos diez veces superiores a los gastos anuales de personal. Un frustrado intento por sindicarse con el Congress of Industrial Organizations (CIO) dio origen a una sentada en 1937; pocos días después, algunos granjeros y abanderados de la empresa acudieron armados con piedras y horcas y expulsaron ensangrentados a los disidentes, lo que terminó desestabilizando para siempre otro absurdo cívico-empresarial. Así y todo, el enorme estado de Hershey permanece indemne hasta el día de hoy.

Si Facebook y Google han comenzado a resucitar la ciudad empresa, Amazon ya le ha dado un lustre futurista. Las rudimentarias ciudades empresa de California son insignificantes en comparación con su equivalente del norte, que ocupa un 19% del espacio para oficinas de Seattle y unos 752.500 m2. Su director ejecutivo y fundador, Jeff Bezos, se ha propuesto adquirir 370.000 m2 más durante los próximos cinco años, en una prueba de fuerza que complementa perfectamente su físico, característico de estar pasando una crisis de la mediana edad. Para promocionar el patrocinio que hace de la ingeniería local y de los programas de sostenibilidad, Amazon se jacta de realizar “inversiones”, como por ejemplo el parque canino, los terrenos de juego, las instalaciones de arte y los jardines dominicales. Por supuesto, las aspiraciones colonizadoras de Bezos vienen acompañadas una vez más de un mercado inmobiliario belicoso, exactamente las mismas condiciones que Facebook y Google dicen estar combatiendo. Si examinamos la estrategia de Amazon en su conjunto, con la reciente adquisición de los supermercados Whole Foods, el sueño de la compañía de atar sus empleados al trabajo mediante cubículos homogéneos en alquiler y fritos de quinoa ligeramente rebajados, se está haciendo realidad rápidamente.

Igual que George Pullman y Milton Hershey, las élites de la industria tecnológica están controlando a sus trabajadores con distintas campañas de expansión, absorción y dominación. La empresa-ciudad tecnológica, que el más contemporáneo de los neofeudalistas quiere agenciarse, es el siguiente paso en la búsqueda de las corporaciones gigantes de la costa oeste por atraer a los empleados hacia una vida de trabajo 24/7: el sucesor totalizador de la barra libre de comidas indias para untar, las tiendas de reparación de bicicletas in situ y los hábitats Frank Gehrizados. Su premisa no se aleja en absoluto de la de sus predecesores: un servicio genial y meticulosamente estético para los trabajadores, en el que la mano benévola de la corporación lleve las riendas del bien común por el bienestar de la comunidad. No obstante, esta vez la comunidad estará dirigida por aparatos antisindicales y recopiladores de datos que seguramente harían salivar al tecnotirano más paranoico.

Sin duda, los megalómanos que quieren poblar las instalaciones municipales con logotipos de marcas registradas esperan que las ciudades les dediquen una genuflexión a cada paso. Bezos lo ha ejemplificado en Seattle, donde una reciente medida para “gravar a los ricos” le llevó a buscar otra ubicación en la que edificar la segunda sede central de Amazon. Mientras los residentes de su ciudad natal luchan con una sanguijuela acaparadora que “chupa nuestros recursos y rechaza participar del mantenimiento diario”, dentro de poco Amazon intentará preparar otra ciudad para exprimirla. Mientras tanto, los vampiros metálicos californianos de cara amable acaban de comenzar a disfrazarse de hombres de frontera, con unas ganas tremendas de seguir el ejemplo de Bezos. Ebrios de la propaganda superficial de las charlas TED y acostumbrados a ignorar el molesto civismo de los reglamentos corporativos y de los barrios pobres, nuestros tecnopobladores no sienten la necesidad de tener en cuenta las lecciones del pasado porque su mayor interés es monopolizar el futuro. Que los milmillonarios tecnológicos paguen impuestos es un principio, pero solo cuando nuestras ciudades se nieguen a ser sus anfitrionas dejarán de parasitarlas.

Fuente: Ctxt. Traducción de The Baffler

¿Es posible que este sea uno de nuestros primeros pasos hacia un futuro en el que los estados son dirigidos por megacorporaciones, como ya se nos ha retratado en multitud de juegos, películas o novelas de corte distópico? Dentro de una lógica en la que el capitalismo permea en absolutamente todos los recovecos de nuestra vida, y en un contexto en el que las multinacionales pueden llegar a tener más PIB que el de muchos países, estas adquieren un poder que trasciende al de gran cantidad de estados debido a la progresiva privatización de sus bienes comunes ¿es posible que estemos ante el principio de nuestro futuro?

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DunedainBF

Está llevado un poco al extremo, con un aire paranoico y buscando crear miedo con el símil de ejemplos distópicos que todos hemos leído.

A mi a priori, que el Estado vaya reduciendo su peso me parece fenomenal. Creo que debe encargarse de una serie de mínimos y ya. Es más, creo que una de las grandes mentiras sociales es la creación de ese ente Papá-Estado que vela por ti. Eso si que da tanto miedo como un Gran Hermano de Google o Amazon.

Pero a partir de ahí si el Estado va disminuyéndose no me parece nada mal. Hay un montón de funciones que no sé qué carajo pinta haciendo el estado actualmente: mi preferida por su ridículo siempre ha sido Paradores.
Es maravilloso que el Estado sea dueña de una cadena hotelera en España.

2 respuestas
Valdi23

te lo muevo a a animales

markath

Nada nuevo, esto ya pasó con las colonias industriales. La vivienda, comercios y servicios pertenecen al patrón y no hay distribución de la riqueza. Un fallo evidente del sistema.

1 1 respuesta
Clinisvud

Aunque el tema es interesante, el artículo es mierda pura. ¿Por qué tienen que poner todas esas coletillas por el medio?

vampiros metálicos californianos

esperan que las ciudades les dediquen una genuflexión a cada paso

luchan con una sanguijuela acaparadora

Y eso sólo en cinco líneas del último párrafo. Parece redactado por becarios del Marca o por el mismísimo Inda...

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Xetroz

Mucho miedo me daria la simple posibilidad de poder llegar a un futuro distopico en el que nos viesemos encadenados y sin libertad (si, se que hay muchos lugare en los que esto ocurre de una forma u otra, me referia a algo global y generalizado). No digo que vaya a pasar ni voy a entrar en conspiraciones pero no hay duda de que lo que mueve el mundo al fin y al cabo es el dinero, el dinero es poder, y cada vez las multinacionales van teniendo mas poder que el propio estado.

Quien sabe lo que nos depara el futuro, solo espero que no llegue a ese extremo.

Kenderr

Muy interesante.

Es un debate que he tenido varias veces y que cada vez va acercándose más. Solo hay que ver los tratados comerciales que permiten ya a multinacionales pleitear de tú a tú con un estado.

Al final llegaremos a un gran hermano en el que no sera un estado, sino una megacorporación que nos suministrara todo y controlara en todo por ello.

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X-Crim

Interesante sin duda

13malkavians

Eso ya ha salido en los Simpson o en black mirror

Tael

Esto cada vez se parece más al cyberpunk pero sin implantes chulos.

B

Oh. Se va a cambiar macroestado por macroempresa vaya problema!

Don_Verde

No creo que sea el objetivo de la oligarquía, es más, probablemente le sea perjudicial. La tendencia ha sido desde hace un tiempo hacia la actualidad a descentralizar y deslocalizar a los trabajadores, a separarlos y a evitar que vivan juntos. Y ha funcionado de forma excelente para evitar los grandes movimientos obreros de otros siglos y lograr que se apaguen en luchas individuales o, como mucho, sectoriales. Vencieron a la solidaridad obrera gracias al divide et impera, al establecimiento del apartamento mono-familiar como aspiración del obrero. Quizás piensen que han vencido eso para siempre y que en el actual mundo competitivo no volverá a surgir una unión de obreros de distinta categorías simplemente por vivir cerca y tener lazos sociales comunes. La arrogancia del poder oligarca será su fin si continúan viendo a los seres humanos como cifras sin ver el componente social.

De todas formas todavía el contrapeso del poder empresarial, el poder estatal, tiene bastantes cosas que decir y dudo que esté dispuesto a desmantelar tan rápido y sin pegas parte de su aparato de control. Aunque su declive frente al poder empresarial y las infiltraciones de este en la política sean notables, no creo que sea inmediato o revolucionario. Realmente no me quiero ni imaginar lo que harían en las ciudades-empresa con los sindicalistas que pierdan las elecciones sindicales...si es que permiten cosas así en Disneyland...

7 2 respuestas
forcem

No os preocupéis que le ponen unas elecciones a la junta directiva con todos los medios comprados y ya os vale como democracia para otros 40 años.

Singed

Continuum mola, a ver si hay que hacer un Liber8 o no.

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Xetroz

#14 Tio me ha pasado ya unas cuantas veces que no entiendo tus mensajes. Es como si hablases en otro idioma o algo.

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Singed

#15 eso es que lo estoy haciendo bien. Puedes preguntarle a google también... no digo cosas tan complejas.

sephirox

Vamos hacia el fin, a toda hostia y sin frenos. Ya veremos dentro de un siglo como la gente no despierte, dónde estamos.

B

Pregunta: ¿En España no existe algo parecido ya con la ciudad-banco del BBVA? (no recuerdo si es este banco)
Me suena bastante.

Cerealfriend

Esto ya pasa en Corea del Sur

kraqen

No creo que el Estado vaya a dejar nunca que se apoderen de algo tan suyo, incluso sin la necesidad de una izquierda. A lo sumo tendremos las megacorps siendo absorvidas o uniendose al Estado como en China.

Lo peor van a ser las curvas que vienen en la próxima década con la automatización, más que estos experimentos. Me da más miedo el autobus autónomo que ya funciona que Amazon o Facebook queriendo tener su propio pueblo.

B

El problema es que creemos que esto se soluciona en las urnas. Y eso es falso.

Oridana

#2 pues los paradores tienen una función muy importante no solo para lo económico si no para el arte, sin esa conversión a paradores lo que seguramente ocurriría es que esos edificios estarían deshabitados y cayéndose a cachos. Además, te da la oportunidad de vivir un turismo donde puedes alojarte en edificios históricos a precios no muy excesivos.

Lo siento tío pero soy de Turismo, no me toques los paradores xddddd

DoRiTo
Fastuquet

Es el mercado, amigo!

RosaNegra

#2 si algo ya ha ocurrido a pequeña escala puede ocurrir a mayor. Por ende no es distopico. Es más, deberías saber que la historia es ciclica, bien por ignorancia o en este caso por uso y abuso de poder. Si algo funcionó antes volverá a funcionar ahora.

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Lexor

#25 por esa regla de tres el socialismo sabemos que no funcionara
gracias por el consuelo

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yooyoyo

Así que en vez de papá estado, tendremos papá google o la que se tercie.

Pues bueno.

RosaNegra

#26 Para “trollearme” tienes mis hilos, que esa es su intención.

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Lexor

#28 que el socialismo historicamente esta condenado al fracaso no es un troleo, es un hecho

1 2 respuestas
B

#29 Por eso tuvieron que derrocarlo con un golpe de estado en los noventa, porque estaba condenado al fracaso.

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