La Nación étnica constituye el segundo género de la Idea de Nación [727]. La forma oblicua del concepto de nación biológica se incorpora intacta a la Idea de Nación en su sentido étnico, sin que, por ello, esta pueda reducirse a aquella. La nación étnica implica a la nación biológica [728] (como se ve claramente en la definición de San Isidoro: multitudo ab uno principio orta), pero no recíprocamente.
El concepto de nación en sentido étnico puede considerarse una extensión analógica del concepto biológico de nacimiento orgánico (individual) al campo “superorgánico” de las realidades sociales constituidas por grupos de individuos: este género nos remite a un terreno que no es propiamente zoológico, sino antropológico. Un terreno en el que no solamente asumimos una perspectiva social (común a los animales), sino también cultural, pero no cultural en el mero sentido etológico (también hay culturas animales), sino en el sentido antropológico, que definimos en función de las instituciones y, por tanto, de las normas [235] (instituciones cerámicas, instituciones de armas, lanzas, puntas de flecha, instituciones de parentesco, instituciones lingüísticas, instituciones musicales, etc.).
En este terreno cultural-institucional, las naciones étnicas (sin perjuicio de que su conformación presuponga las naciones grupales, de signo zoológico) se delimitan principalmente desde plataformas políticas.
En efecto: mientras los conceptos de “banda”, o “clan cónico”, pongamos por caso, son conceptos directos [790] formados por definiciones de observaciones empíricas de viajeros o de etnógrafos, el concepto de nación étnica implica, necesariamente, como “plataforma”, a otros grupos sociales a través de los cuales la nación étnica se delimita por retroferencia, una plataforma a través de la cual un grupo (una banda, una tribu…) “se refracta” como nación étnica. Dicho de otro modo, si solo existiese un grupo humano (una banda, una tribu), o bien, si nos atuviéramos únicamente a un grupo aislado, o a grupos humanos distributivamente considerados, entonces, esos grupos no podrían ser conceptuados jamás como naciones. Una banda de homínidos que vive en un territorio mejor o peor definido no podrá ser vista como una nación y ninguno de sus miembros podría formar un concepto que se aproximase de lejos al concepto de nación étnica.
Una nación étnica es originariamente un grupo que ha nacido en otro lugar distinto del lugar en el que conviven con otros diversos grupos que, sin embargo, se encuentran obedeciendo a las normas de una misma sociedad compleja (o que se relaciona con otros grupos en el caso de que la nación étnica de referencia sea la que habita dentro de la “plataforma” política). Ahora bien, lugar no solo es un concepto geográfico, sino territorial, es decir, un hábitat de un grupo humano durante generaciones. Quien ha nacido en ese lugar, por tanto, tiene un linaje localizado (y por extensión, sin localizar, en el caso de los linajes nómadas), pero no ha llegado aquí como visitante o forastero, sino que se ha “asentado”: está vertiendo sus aguas en una sociedad de mercado (y si era “autóctono” se ha puesto al nivel de los forasteros concurrentes), o en una sociedad política de radio mayor. Ese grupo o estirpe, que sigue contribuyendo con el aporte de sus miembros a la sociedad compleja, es el que comienza a poder ser visto como perteneciendo a una nación, diferente a otras, por su “denominación de origen”. Denominación de origen que muy pronto podrá aplicarse también, por metonimia refleja, a quienes vivían en ese mismo lugar de origen, como si hubieran brotado de él y permanecido en él (al menos, no se tomará en cuenta la posibilidad de su eventual procedencia exógena).
De este modo, la nación étnica asumirá una determinación refleja fácilmente sustantivable: una nación étnica refleja será la que procede de “allí”, pero de suerte que este allí nos remita a la procedencia “de sí misma” como nación endógena: natio, genus hominum qui non aliunde venerunt sed ibi[dem] nati sum. Llegamos así a la nación en su acepción “geográfica” (geográfico-humana, o etno-ecológica) interpretada como una modulación [789] de la acepción étnica del término nación. “Nación”, como variante sustantiva (refleja, endógena, reflexiva) de la misma nación étnica, ya no significará solo el linaje de quienes, alejados de su lugar de origen, se encuentran confluyendo con otros linajes en la sociedad compleja; comenzará a significar el grupo o comunidad misma de quienes teniendo, desde luego, un linaje común, viven precisamente en aquel lugar de origen. Una comunidad que comenzará a poder ser denominada “nación”, con un significado sustantivo, aunque no por ello político y absoluto. Este es el significado que el término nación (en su acepción étnica, pero en su variante sustantiva, u oblicua refleja límite, no meramente “oblicua”) alcanza, por ejemplo, en este texto de Generaciones y Semblanzas de Fernán Pérez de Guzmán, escrito a mediados del siglo XV: “Don Pablo [de Santamaría], Obispo de Burgos, fue un gran sabio e valiente onbre de çiençia. Fue natural de Burgos e fue ebreo, de grant linaje de aquella naçion”. Otro ejemplo: los historiadores de la medicina española suelen citar a un tal Paulus, nationis graecus, que vivió en Mérida (fue obispo de esta ciudad en el siglo VI). El texto que identifica a Paulo como “griego de nación” no se refiere a alguna connotación política del médico (por ejemplo, a su posible adscripción al Imperio bizantino), sino más bien a una connotación étnico-cultural.
Por consiguiente, ni siquiera es suficiente decir que, originariamente, el concepto étnico de nación carece de toda connotación política; es necesario agregar que es un concepto que lleva inyectada, acaso, desde una plataforma política, una intención prepolítica, es decir, un concepto que, desde plataformas más complejas (políticas, comerciales, universitarias…), nos remite oblicuamente, precisamente, a situaciones prepolíticas, es decir, anteriores a la constitución de la polis grande, de la sociedad política. Característico de la constitución de la sociedad política, de la ciudad, es precisamente la confluencia de diversas etnias, tribus, gentes, aquellas que contribuirán a la formación de un nuevo orden social (y muchas de las cuales querrán incluso borrar su “denominación de origen”). A distancia del nuevo círculo de la vida social, y aproximándose acaso a los arrabales de la ciudad, quedarán los residuos de las tribus, de los clanes, de las aldeas, de los rústicos, en general; de todos aquellos que siguen viviendo en el campo y que serán llamados rústicos o “paganos” (pagus = campo), precisamente porque todavía no se han integrado en el nuevo orden de la ciudad, de la “Corte”, en el orden político de una sociedad compleja. Por la misma razón, cuando los “bárbaros” que bordean los límites del Imperio y penetran en él, comiencen a adquirir la figura de “rústicos”, de los “paganos”, que se definen por su origen, se los considerará ya como nacidos en otro lugar (es decir, se los definirá como pertenecientes a la nación “escita”, o a la nación “celta”, etc.). Cabría decir, en general, que la nación étnica es un concepto que, por su génesis, implica ya, de algún modo, la “escala política” como plataforma, pero que, por su estructura, desciende, precisamente, de escala (por ello es un concepto oblicuo) y se sitúa a escala prepolítica: la nación es lo que desde la sociedad compleja se percibe al mirar hacia atrás, o hacia abajo, según se prefiera. Esta circunstancia permite dar cuenta de la ambigüedad constante que acompaña a los conceptos étnicos de Nación, puesto que ellos, aunque no tienen, según nuestra tesis, estructura política, están siempre “envueltos” o acompañados por alguna estructura política o, si se prefiere, se dan siempre en función de una sociedad política (aunque precisamente con la intención de mantenerse en un plano distinto de aquel en el que se constituye la propia sociedad política de referencia).
En cualquier caso, el concepto étnico de nación, por lo que tiene de concepto formal (de característica de una función) admite valores diversos; hay que entenderlo conjugado con sus parámetros. Esta observación alcanza la mayor importancia cuando la referimos a las acepciones sustantivadas (o reflejas) de la nación étnica. Los parámetros son dados implícitamente, en general, por el contexto. Por ejemplo: cuando hablamos de naciones étnicas tomando a la Corona de Castilla como parámetro, vemos como nación a los astures, o a otras etnias peninsulares; pero podría ocurrir que el parámetro se ampliase hasta alcanzar la escala de los Reinos mediterráneos o europeos, o incluso a escala de la Monarquía hispánica de Felipe II. Entonces, el conjunto de los pueblos peninsulares podrá aparecer como una “nación” [la tercera especie del género nación étnica, la nación histórica] desde la plataforma de los Reinos o de Imperios extranjeros (la “nación española” equivaldría al conjunto de los que han nacido o viven en España cuando son vistos, por ejemplo, desde la República de Florencia o del Sacro Romano Imperio).
Según las relaciones que la plataforma “sociedad política” mantenga con la Nación étnica cabría distinguir tres especies principales de Nación étnica: naciones periféricas, naciones integradas y naciones históricas.