La verdad es que estos temas me dan ya bastante tedio y no pensaba participar...
Pero tras leer #69, no puedo sino manifestar por qué forzar artificialmente la paridad en ciertos puestos puede ir en detrimento de los tópicos. Mi tesis radica en la llamada hipótesis de la variabilidad. Según esta, aunque hombres y mujeres puntuen de media en multitud de variables psicométricas de forma muy similar la distribución de sus puntuaciones es más dispar en hombres que en mujeres. Para ilustrarlo pongo una figurita:
Consideremos las anteriores dos distribuciones de una característica x conmensurable de la población general, y que sea objeto de discriminación para un empleo de alta cualificación. Ante la existencia de un número limitado de puestos, los seleccionadores de la empresa escogerían aquellos que mejor puntúen para dicho trabajo en esta característica, independientemente de su sexo, lo que dejaría el corte en la linea amarilla gruesa. Al ser ambas poblaciones similares en número total de individuos, y dado la que de hombres tiene las colas de la gaussiana más largas, habrá una mayor proporción de hombres de acuerdo a este corte (el área azul a la derecha de la línea es mayor que el área rosa).
Supongamos ahora que imponemos cuotas. Digamos, el 50/50. Entonces debemos desplazar este varemo. Como la empresa no es tonta, si había 20 puestos, otorgará 10 a los mejores hombres y 10 a las mejores mujeres. Ahora se evalúa de forma independiente por sexo, lo que se traduce en que en vez de haber un sólo corte, el de las mujeres (línea punteada rosa) se desplaza a la izquierda (valores menos óptimos para el puesto), y el de los hombres a la derecha (valores más óptimos para el puesto). Tenemos 10 mujeres y 10 hombres, pero de media, ellas están menos preparadas para este puesto.
En definitiva, aplicar cuotas a dos poblaciones que presentan distribuciones con distinta variabilidad puede originar que exista un desequilibrio perceptible en las aptitudes y el desarrollo del trabajo según el sexo del trabajador. Y si de hecho fuera perceptible, eso podría derivar en nuevos tópicos sobre la valía de las mujeres en ese puesto, y como todos los tópicos estaría sustentando en una parte de razón, en este caso consecuencia de haber impuesto cuotas para conseguir una igualdad artificiosa.
Parece que todo esto puede sonar a cuento, pero la hipótesis de la variabilidad ha venido cobrando más fuerza con diversos estudios que la han venido reforzando. Las preguntas que cabe hacerse, son muchas, como por ejemplo, ¿No debemos establecer mecanismos que nos permitan cuantificar de verdad cómo funcionan los tópicos (contra el sexo que sea)? ¿No debemos plantearnos si las diferencias que vemos entre las dos poblaciones no son enteramente una cuestión de sesgos sexistas? Si fuéramos capaces de cuantificar el impacto de ambos factores, ¿podríamos establecer cuotas atendiendo a los mismos?
Las respuestas de estas cuestiones a la ideología de género no son necesarias. Mientras en las estadísticas puedan demostrar que hay representación 50/50 estarán contentos, y mientras, se habrán llenado los bolsillos.