La única generación en la historia que se benefició del trabajo duro fue la de mis abuelos. Mi abuelo mismamente, siendo un currela de una fábrica cualquiera, se jubiló habiendo sacado adelante a su mujer y cinco hijos, con dos viviendas en propiedad, un coche pagado y un buen pico de ahorro, además de luego quedarle una pensión más que digna. Ahí es donde se sembró esta obsesión por el trabajo duro en España y su supuesta recompensa.
Después vino la de mis padres y ya sabemos lo que hemos visto: pérdida de poder adquisitivo año tras año; crisis de mediados de los 90... trabajo duro para que después el jefe diga que va a ascender a su primo y que espera que lo entiendas... te desvives por la empresa y de golpe se llevan la fábrica a Marruecos o a China y te quedas sin curro... crisis de 2008 y purga en las empresas: el enchufadillo se queda, el simpático también, tu padre el currela se va a la calle (con carta de recomendación, jeje)... precariedad, alquileres por las nubes, sueldos que no suben y cada vez precios más altos e impuestos más altos... parece que la cosa va mejorando y entonces, crisis de 2020, de nuevo a la puta calle... al autónomo que se desvivía por el trabajo le seguían pasando cuotas mientras no le dejaban abrir la tienda...
Y hoy en día, peor. Nosotros salimos al mercado y ya para empezar ves que hay seis-siete provincias españolas en las que comprar vivienda es prácticamente imposible si no te presta dinero (mucho) tu familia. Los alquileres se llevan el 80% del sueldo de una persona, que le entregas en mano a un langosta que ya tiene su pensión de 2000€, más la de su mujer, y ayudas en absolutamente todo (supermercados, transporte, gimnasio...). Tener hijos para muchos es una quimera, atrapados en salarios de 1200€ y jornadas partidas maratonianas. Al final, el pensamiento lógico es... ¿para qué voy a desvivirme? Los jóvenes de ahora sabemos perfectamente que para la empresa somos totalmente prescindibles. Ese culto a la empresa que vimos en generaciones previas no existe en nosotros. La empresa nos va a mandar a la calle cuando proceda y nunca sabremos más de ella. Para el jefe eres una máquina de producir, simple y llanamente, y no hay motivo alguno para hacer más horas de las que has firmado si no te las pagan muy bien. Este pensamiento, tan extendido por Francia, Suecia y Dinamarca, ya ha llegado a España y lo ha hecho para quedarse.
El culto a la empresa y al trabajo duro se lo pueden meter por el culo. La única excepción es que la empresa sea tuya, porque trabajas para ti. Si no, la recompensa es inexistente o insuficiente en la mayoría de los casos. Y este pensamiento es irreversible.